Todos hemos pasado por ello. Tenemos una montaña de trabajo esperándonos o incluso una simple tarea y, pese a ser plenamente conscientes del estrés que nos produce no haber terminado, nuestra mente empieza a divagar y buscar excusas para posponerlo, a menudo de forma inconsciente y generando aún más insatisfacción. Por suerte, lo único que nos separa de dejar de procrastinar es la regla de los 5 segundos.
Por unos minutos dejemos de pensar en nosotros como gente acomodada con un abanico amplio de opciones y reduzcamos nuestras avanzadas capacidades a algo tan básico como cierto: somos animales. En muchas situaciones nuestro cerebro actúa como tal, así que igual que cuando una bestia acude a algo tan básico como beber agua a una charca, su mente sobreanaliza la situación intentando evitar cualquier peligro en vez de realizar la acción sin pensar.
Aunque desde fuera pensemos que no somos tan básicos, nuestro cerebro sigue trabajando por satisfacer nuestra supervivencia y, frente a cualquier tarea que implique cierto rechazo, a veces por cosas tan simples como el hecho de no apetecernos lo más mínimo ponernos a realizar esa tarea, le da mil vueltas a la situación en busca de acciones que generen más satisfacción para evitar el estrés sin ser consciente de que, a la larga, está empeorando el problema.
La regla de los 5 segundos contra la procrastinación
La regla de los 5 segundos está destinada a romper ese ciclo y actuar de forma más instintiva. La idea es que cuando te plantes ante una tarea, empieces a trabajar sin pensar y evites ese corto periodo de tiempo, apenas 5 segundos, en las que el cerebro empieza a sobreanalizar la situación en busca de posibles peligros o formas de satisfacerte.
No es una cuestión de mentalidad de tiburón o cualquiera de esas sandeces, el truco está en acudir al córtex prefrontal del cerebro en busca de acciones inmediatas como las que nos empujan a una situación de peligro para salvar a alguien. Es esa parte de nuestra cabeza la que nos impulsa a tomar ese tipo de decisiones por puro instinto antes siquiera de empezar a plantearnos si estamos haciendo o no lo correcto y, si nos agarramos a esta regla, también la que nos ayudará a dejar de procrastinar y aliviar ese estrés.
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