El 5 de febrero de 1869, dos buscadores de oro australianos se toparon con una pepita enterrada a unos 3 centímetros bajo la superficie. Tras empezar a desenterrarla vieron que se trataba de una pepita completamente fuera de lo común. Medía más de 60 centímetros de largo y pesaba cerca de 110 kg, pero su peso neto en oro no iba muy desencaminado, eran 72 kg de oro puro que iban a hacerlos ricos.
Con un tamaño tan grande que tuvieron que acudir a un herrero para que la partiese y poder transportarla con mayor comodidad, los buscadores de oro la llevaron hasta el banco más cercano, donde les pagaron la cuantiosa suma de 12.000 euros. Sí, en 1869 aquello fue una fortuna, pero desde luego queda lejos de lo que realmente costaba, y más aún de lo que valdría a día de hoy.
Según el precio del oro actual estaríamos hablando de alrededor de 2,47 millones de euros, lo que sin duda habría sido una auténtica fortuna para dos familias que, lamentablemente, no gozaron de esa suerte y hoy viven muy alejados de la riqueza que ganaron sus antepasados. Más allá de una bonita historia a la que atar su apellido, no les queda absolutamente nada del dinero de aquella pepita.
La fiebre del oro de la Welcome Stranger
Alojada entre las raíces de un árbol, la pepita llamada "Welcome Stranger" -en honor a otra pepita gigante conocida como "Welcome Nugget" y encontrada en 1858- se convirtió en un símbolo de la zona que ahora se recuerda con un pequeño monumento que marca el lugar exacto donde apareció la pepita. Más de 150 años después sigue llegando gente intentando buscar otra pepita similar.
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