El color rosa no existe. Esta es la razón por la que podemos verlo en Barbie, Kirby o la Princesa Peach

  • El rosa no siempre fue un color atado al género y se consideraba tan elegante como de poder

  • Nuestros ojos no son capaces de ver el color rosa, pero el cerebro resuelve el problema

Peach
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Los clásicos chicles, las nubes de gominola, los flamencos, y hasta archiconocidos personajes como Barbie, Kirby o la Princesa Peach se han convertido en los mayores abanderados del color rosa. Una gama cromática que podemos percibir y reconocer sin problemas pese a que, en realidad, se trata de un color imaginario. El rosa, como color, no existe.

Encumbrado como un tono dedicado a la clase alta, sinónimo de juventud y elegancia, durante el siglo XVIII todo el que quisiese mostrar un gusto exquisito vestía de color rosa y, hasta mediados del siglo XX, incluso se sugería que los niños debían vestir de rosa porque era una versión aún más brillante del rojo que asociaban con el poder.

Por qué el rosa no existe y Kirby fue blanco

A partir de 1940, sin embargo, se produjo el cambio que se ha perpetrado hasta el día de hoy y que poco a poco empieza a difuminarse. Fue entonces cuando el rosa pasó a ser un color femenino y el azul uno masculino pese a que hasta entonces ocurría todo lo contrario.

Que personajes como Barbie, Kirby o la Princesa Peach hayan hecho del color una de sus señas de identidad responde precisamente a eso. De hecho, pese a que Sakurai siempre quiso que Kirby fuese rosa para que fuese más distinguible y único, durante la campaña de promoción de Kirby's Dream Land en Occidente se utilizó el blanco para el arte del juego para evitar que el género masculino sintiese rechazo hacia el color. Sin embargo, la batalla de géneros que se ha perpetrado respecto al color resulta aún más absurda si tenemos en cuenta que, en realidad, ese color es fruto de un cortocircuito cerebral.

A nivel científico y físico, el color rosa no tiene longitud de onda. Los colores se engloban en un espectro electromagnético que el ojo humano puede percibir. Dependiendo de la longitud de onda que se emita podemos visualizar colores como el azul, el verde o el rojo. Es por eso que la luz blanca, que contiene todas las longitudes, se ve así. Y al pasar esa luz por algo que provoque la refracción, como un prisma o una gota de agua capaz de dar forma al arcoíris, vemos cómo esas longitudes de onda separan los distintos colores en grupos con un espectro de color.

El rosa, en cambio, no está en ninguno de ellos. En realidad es una mezcla del azul, que va desde los 380 hasta los 500 nm, y el rojo, que se mueve en una longitud de onda de entre 645 y 700 nm (a partir de ese punto entraríamos en lo que se consideran las longitudes de onda infrarrojas, de ahí el nombre). Como el cerebro ve dos colores a la vez y no sabe qué está ocurriendo, mezcla ambas señales dando forma a un color que, pese a no se apoya en una percepción visual, sí lo hace a nivel cerebral.

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