El 30 de julio de 2004, hace ya 20 años, el director M. Night Shyamalan sorprendía al mundo con El bosque, la historia de una comunidad del siglo XIX en medio de la nada que vivía aislada y atemorizada por los monstruos que acechaban a la aldea y les impedía aventurarse más allá del bosque. Cuando uno de sus integrantes decide ir más allá, descubre que los adultos les han estado ocultando la realidad que hay al otro lado del bosque.
Convirtiendo su giro final en toda una experiencia, Shyamalan se ganó defensores y detractores por igual con una historia que, en realidad, ya habíamos visto. Y no sólo de la mano de la ciencia ficción propia de novelas como Un agujero en la alambrada o La fuga de Logan. También de la historia que conmocionó al mundo en 1978 al desvelarse lo sucedido con la familia Lykov y su vida en la taiga siberiana.
La familia que escapó de la civilización
Estamos en 1936 y Rusia se está enfrentando a una purga. El grupo de los Viejos Creyentes, una alternativa al cristianismo que rechazaba las reformas realizadas por la iglesia, está siendo perseguido por las autoridades soviéticas. Una lucha entre lo conservador frente al progreso que traían bajo el brazo las prácticas comunistas que, entre muchas otras víctimas, termina cobrándose la vida de del hermano de Karp Lykov.
Con miedo a que la persecución religiosa termine afectando también a él y su familia, Lykov decide huir de la civilización junto a su esposa y sus dos hijos pequeños. Si escapa de su control, podrá seguir llevando la vida austera de oración y renuncia al mundo moderno que pretende seguir a rajatabla. Para ello, se adentra en el bosque siberiano en busca de un lugar donde aposentarse y vivir en paz con sus creencias.

Situada a cientos de kilómetros de la ciudad más cercana, la familia Lykov termina llegando a la taiga siberiana, una vasta extensión de tierra de condiciones extremas. Con temperaturas que en invierno pueden descender hasta -50 grados, y que en verano apenas llegan a los 20 grados, están a punto de enfrentarse a días extremadamente cortos durante las estaciones frías, y días de hasta 20 horas de luz en las más cálidas.
La tierra congelada y las duras condiciones a las que deben hacer frente los animales hacen que la supervivencia sea aún más difícil. Sin embargo, esa será su mejor opción para evitar que alguien decida buscarlos allí. Ese será el lugar en el que decide criar a sus hijos aislándolos del mundo exterior.
La cultura del miedo que les impidió cruzar el bosque
La vida en la taiga no tarda en convertirse en un auténtico infierno. Las pocas herramientas con las que cuentan terminarán rotas por el desgaste, y los utensilios de metal y cerámica pronto tendrán que ser reemplazados por recipientes improvisados de madera. En ciertos momentos del año, lo único que tendrán a su alcance para llevarse a la boca son hierbas y raíces.

Sin embargo, pese a la necesidad de ayuda, criará a sus hijos haciéndoles creer que no hay nada más allá del bosque, y que adentrarse en él puede suponer no sólo su muerte, sino también la de toda su familia. Ni los dos pequeños que llegaron con ellos, ni los otros dos que nacieron en la cabaña que terminan construyendo en la taiga, sabrán que más allá de esas tierras hay una civilización inmensa viviendo una vida mucho más cómoda.
Durante los 42 años posteriores a su huida se producen los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial o la llegada del hombre a la Luna, hechos que ninguno conocerá hasta que, en 1978, cuatro geólogos que viajan en helicóptero por Siberia en busca de zonas de minería, petróleo y gas natural, dan con la cabaña y un pequeño huerto. Al descender hasta allí, descubren lo que la taiga le ha hecho a la familia.
La madre pereció en 1961 a causa de la hambruna, y los miembros restantes se encontraban sensiblemente desnutridos tras haber pasado largas épocas sin nada que llevarse a la boca y sobreviviendo a base de comer el cuero que llevaban en sus zapatos. Una situación muy distinta a la que se enfrentaba la comunidad de la película, desde luego, pero igualmente apoyada en la cultura del miedo y la autoridad del padre.
Tras el contacto con la civilización, sorprendidos por la historia, la gente del exterior termina acercándose hasta la zona para ofrecer su ayuda en forma de nuevas herramientas que les hagan la vida más fácil, pero nada impide que las duras condiciones del lugar terminen acabando con la vida de tres de los hijos en 1981, y el padre en 1988, por culpa de enfermedades relacionadas con la malnutrición. La única superviviente, la hija de la familia Lykov, decide entonces que, si debe morir en algún sitio, debe ser en esa cabaña. Con 80 años, aún sigue viviendo allí.
En 3DJuegos | Este hombre llegó hasta la página 16 de Google y encontró algo que nunca antes había sido descubierto: una ciudad maya perdida
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OugonRifle
"perseguido por las autoridades soviéticas. "
La propaganda más burda.