Es un relevo que la Generación Z está esperando como agua de mayo. Es cuestión de tiempo que todas esas críticas que ahora ven reflejadas en forma de artículos, vídeos y entrevistas al CEO de turno, dejen de enfocarse en ellos y empiecen a salpicar a la Generación Alfa. Sabemos, de hecho, incluso cuándo se producirá ese cambio que se transformará en alivio.
A la Generación Alfa le quedan cinco años, 10 como mucho, para que entre 2030 y 2035 empiecen a aparecer críticas intergeneracionales en las que las anteriores generaciones, incluidos los Gen Z, empiecen a descalificar su forma de actuar, de trabajar e incluso hablar. Lo sabemos porque, a grandes rasgos, es algo que llevamos repitiendo desde los albores de la humanidad. Los jóvenes del Imperio Romano lo sabían muy bien.
Nunca ha sido una cuestión tecnológica
El punto de inflexión, más allá de lo que se pueda decir de ellos a día de hoy respecto a su uso de la tecnología o su vocabulario en redes como TikTok, está en la entrada al mercado laboral. Es justo ahí donde las fricciones del día a día empiezan a destapar unas diferencias que, por suerte o por desgracia, resultan inevitables.
Si lo piensas, en realidad hemos pasado de trabajar en papel a hacerlo con ordenadores, de necesitar una impresora en casa a no acordarnos de ella, de largas conversaciones por teléfono a saber a qué dedican su tiempo amigos y familiares a base de reels de Instagram. Resulta inevitable que esas diferencias marquen nuestra forma de ver el mundo. Sin embargo, más allá de eso, lo cierto es que los estudios antropológicos llevan años demostrando que no es un problema actual motivado por la rápida evolución de la tecnología.
La cita que se atribuye a Sócrates, en la que se replica que "los jóvenes de hoy en día aman el lujo, tienen malas maneras, desprecian la autoridad, no respetan a sus mayores y chismorrean en lugar de trabajar", no tiene fundamento histórico. Pero sí lo hace la de Aristóteles que decía que "los jóvenes tienen fuertes pasiones y son propensos a dejarlas llevar al extremo. Siguen sus impulsos y están más dispuestos a actuar que a reflexionar".
También las que se alargan hasta el Imperio Romano, 200 años después de lo ocurrido en la Antigua Grecia, con Cicerón afirmando que "los tiempos son malos. Los niños ya no obedecen a sus padres y todo el mundo escribe libros". O los comentarios de la Edad Media en los que obispos como el de París incluían en sus sermones una crítica hacia los jóvenes tildándolos de "irrespetuosos, rebeldes y desenfrenados".
Es el mismo círculo vicioso que afectó a los NiNi Milenials, a la pasividad de la Generación Z, y que terminará salpicando también a la Generación Alfa. Un conflicto intergeneracional cíclico tan ampliamente estudiado como comprensible. La clave está en el hecho de que siempre hablamos de un cambio generacional en vez de una continuidad.
La Generación Alfa, como todas las anteriores, está creciendo en un contexto socioeconómico diferente que, de una forma u otra, termina afectando también a la cultura y normas sociales. Lo que antes estaba bien visto, ahora no lo es tanto. Lo que antaño era tabú, hoy es tema de conversación.
Todo ese cóctel, sumado a cómo la evolución de las herramientas tecnológicas moldea nuestra forma de trabajar y pensar, hace que las generaciones anteriores vean a la actual como una amenaza que ni comprenden ni quieren hacerlo porque eso supondría menospreciar lo que vivieron ellos.
Imagen | Andrey K
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Xavakyn
Los jóvenes del imperio Romano lo saben bien. Vieron que era cierto y también vieron desaparecer uno de los mayores imperios de la humanidad. Es más, se ha demostrado que los residuos de la extracción plomo y plata redujeron entre 2-3 puntos el iQ general del pueblo, y es algo que si es general, da para que un imperio se vaya a la mierda. Reducir el iQ lo haces con la descendencia. En resumen: los mayores tenían razón. Así que escuchad.