La Generación Z se acaba de incorporar al trabajo, pero el 40% ya quiere dejarlo y sobrevivir en modo NEET: sus opciones son subsidio o revolución digital

La Generación Z se acaba de incorporar al trabajo, pero el 40% ya quiere dejarlo y sobrevivir en modo NEET: sus opciones son subsidio o revolución digital

  • Los jóvenes con problemas tienen 4,7 veces más probabilidades de ser económicamente inactivos

  • Sólo uno de cada cinco jefes reconoce haber visto venir que un trabajador planeaba abandonar

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Gen Z Neet
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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

Editor - Trivia

Lo que para los Milenials se popularizó como Ni-Ni, en la Generación Z ha dado el paso a los NEET para sumar una crítica aún más afilada: ni estudiar, ni trabajar, ni hacer prácticas. El problema no es la etiqueta en sí, sino que estudios alrededor del globo estén destacando con cifras similares que el 40% de los jóvenes se planteen dejar sus trabajos para dedicarse a vivir de subsidios.

La comparativa es aún más dura cuando, al situarla frente al resto de generaciones, sólo el 10% de la población general se plantea una idea similar. Pero lo que resulta aún más preocupante de esta tendencia es que, por norma general, el problema de la Generación Z se relacione con un tema de vagueza cuando, en realidad, tiene otro punto de inflexión.

Crecen los NEET entre la Generación Z

Es fácil asomarse a esa manida excusa de la pereza para entender a una Generación Z que lleva años alertando de cuál es su verdadero problema. Seguimos agarrándonos al incierto futuro que arroja la IA en el trabajo, a la inflación provocada por una situación socioeconómica cada vez más confusa, a cómo esos títulos universitarios para los que han dedicado cuatro o más años de su vida terminan siendo inútiles en un mercado laboral que necesita más fontaneros que programadores.

Tendemos a focalizar la respuesta en todos esos aspectos cuando en realidad toca hablar de un todo. Hablar de cómo la suma de todas esas situaciones e incertidumbres ha puesto la salud mental de los Gen Z al límite. Detrás de esos mismos estudios sobre el espíritu NEET también se apunta los que los jóvenes con problemas de salud mental tienen 4,7 veces más probabilidades de ser económicamente inactivos. Es una cifra que está en ascenso.

Quienes ya han dado ese paso, los que han intentado salirse de la rueda para ver hasta qué punto pueden vivir de ayudas y subsidios, reconocen que son minucias por las que no vale la pena luchar. A principios de año Fortune entrevistaba a uno de los jóvenes de Reino Unido que se había embarcado en esa cuestionable aventura para acabar reconociendo que, después de todo, termina siendo más duro que la alternativa convencional: "reclamar ayudas es un trabajo a tiempo completo sin ninguno de los aspectos positivos".

Reconocen que para llegar al punto de plantearse esa alternativa han vivido un proceso gradual de agotamiento, que a menudo esconden el problema y evitan dar a conocer su situación a sus jefes hasta que ya es demasiado tarde. Entre estos últimos, sólo uno de cada cinco reconoce haber visto venir que un trabajador planeaba dejar el trabajo de un día para otro cuando se lo anuncian. Ante la pregunta de qué les ha llevado a esa situación la gran mayoría no habla de grandes sueldos o puestos, acordándose simplemente de cómo la flexibilidad en el trabajo y el apoyo por parte de sus jefes les ayudaría a lidiar mejor con esos problemas de salud mental.

La revolución digital puede retrasarse, pero no desaparecerá

Llegados a este punto es inevitable plantearse qué ha motivado que un escenario que parecía tener todo lo necesario para ganarse la comodidad y tranquilidad de la Generación Z, uno apoyado en los avances tecnológicos que brindaron aquellas reuniones a través de Zoom, el auge del teletrabajo, y la productividad orientada a resultados, ha terminado relegándose a un segundo plano que parece cada vez más cerca de la extinción. Por qué frente a un escenario que parece querer gritar IA, innovación y progreso a los cuatro vientos, en realidad estamos volviendo a modelos más tradicionales.

Para una generación que ha crecido no sólo en ese entorno, con aulas digitales, trabajos hechos de forma colaborativa a través de internet, y la flexibilidad que permite no tener que apoyarse en la presencialidad para sacar adelante tus objetivos; abandonar esa promesa y costumbre por algo más arcaico y encorsetado debe ser igual de fácil que pedirle a alguien afincado en lo contrario a tener que lidiar con ese cambio.

La gran diferencia, y la mala suerte que ha corrido la Generación Z en este sentido, es que quienes estaban en posición de cambiar ese paradigma tras la digitalización del mundo laboral provocada por la pandemia han sido los segundos.

Lejos de querer lidiar con ese cambio, apoyado con cifras que demuestran que resulta más productivo enviar un correo electrónico desde casa que realizar una reunión presencial en una oficina, han optado por volver a lo tradicional. Lo que les resulta más cómodo a unos es un problema para otros.

En cualquier caso es un problema que camina en dos direcciones distintas, pero que van de la mano al fin y al cabo. Por un lado los jóvenes se enfrentan a una falta de motivación y compromiso por culpa de esa misma falta de flexibilidad y adopción de revoluciones digitales, por el otro, las empresas se quejan de falta de personal comprometido mientras reducen esa misma flexibilidad y revolución para limitarse a alrededor de un 13% que aún mantienen el teletrabajo en España. La solución a ambos problemas parece estar en encontrar un punto medio que cambie la cultura laboral. Algo que, por otro lado, no tardará en ocurrir cuando la Generación Z tenga esa opción en sus manos.

Imagen | Ygor en Midjourney

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