Originaria de Canadá, Justine Musk es una reconocida escritora de fantasía que, además de por sus novelas, es conocida mundialmente por haber sido la primera esposa de Elon Musk. Allá por 2014, seis años después de separarse del multimillonario, realizó una charla TED en la que compartía uno de los secretos del éxito de la persona más rica del mundo: la psicología de la oposición y el saber decir 'no'.
Además de encumbrar el talento de Elon Musk, su exmujer destacaba que una de las habilidades que le habían catapultado hasta donde está ahora al propietario de Tesla y SpaceX era algo tan aparentemente simple como decir 'no' a todo aquello que fuese capaz de consumir su tiempo de forma improductiva, favoreciendo así todo lo demás que pudiese empujarle hacia el éxito. Suena más fácil de lo que realmente es.
El secreto del éxito de Musk: decir 'no'
Según la escritora, lo único igual de importante que saber decir no en la carrera de Elon Musk era obsesionarse con su objetivo. En la conferencia explicaba que se trata de una filosofía de vida que, en cualquier caso, estaba estrechamente ligada a esa psicología de la oposición: "Dijo que no a las personas que querían su tiempo, atención y energía. Dijo que no de una manera que protegiera sus recursos para poder canalizarlos hacia sus propios objetivos. Y entendí que detrás de cada no hay un 'sí' más profundo a lo que quieres. Tu sí profundo es tu derecho a soñar".
Justine Musk recogía en su charla que se trata de una habilidad innata que ella misma había perdido con el paso del tiempo, pero que resulta crucial entre quienes alcanzan un éxito como el de Elon Musk. Incluso antes de llegar hasta él, dominar el 'no' refleja dos capacidades de poder: la de saber confrontar reacciones negativas de quienes reciben esa oposición, y la de la precisión en el gestión del propio tiempo que implica ganar esa posibilidad.
Otro reconocido multimillonario, Bill Gates, apuntaba que su amigo Warren Buffett es otro de los ejemplos clave de cómo el 'no' a menudo se convierte en la primera piedra del camino hacia el éxito: "El hecho de que sea tan cuidadoso con el tiempo, tiene días en los que no hay nada en su agenda...sentarse y pensar puede ser una prioridad mucho mayor. No es un indicador de tu seriedad el hecho de que hayas ocupado cada minuto de tu agenda".
Es un curioso mantra que también mantenía Steve Jobs, que bajo la filosofía de "sé rápido para decir que no y lento para decir que sí", apuntaba que, como en el caso de Elon Musk, decir que sí a todo implicaba dejar atrás tareas que eran mucho más importantes, ya sea para un desarrollo personal o para la compañía que se apoyaba sobre sus hombros. El problema detrás de la psicología de la oposición es que, pese a que nacemos con ella, la sociedad nos ha invitado paradójicamente a decirle que no.
La psicología de la oposición como supervivencia evolutiva
Decir 'no' es fruto de la evolución de la raza humana. Un mecanismo de supervivencia tan válido como el miedo o la desconfianza, que nos ha mantenido con vida al ofrecernos la posibilidad de evitar amenazas y riesgos de carácter social. Es algo que, como recogía en su conferencia Justine Musk, pertenece a una capacidad innata que resulta clave en el desarrollo infantil y que aparece entre los 18 meses y los 3 años.
Sin embargo, tal y como ocurre también con el miedo o la desconfianza, esa etapa de desarrollo temprana de la psicología de la oposición ha terminado convirtiéndose en un estigma social que arrastramos hasta la edad adulta. De hecho, no es casualidad que en culturas como la japonesa decir 'no' sea visto como una falta de respeto y mala educación.
Negarse a algo suponía colocarse en una situación en la que el riesgo de rechazo podía significar el aislamiento del individuo, lo que derivaba en una pérdida de recursos que limitaba la supervivencia dentro de un grupo. Es ese miedo al rechazo lo que, sumado al deseo de agradar y evitar confrontaciones, nos empujó a abandonar el 'no' como constructo social y abrazar la aceptación. Lo que antaño se había convertido en una herramienta de supervivencia, pronto se convirtió en algo que sólo estaba al alcance de quienes tenían suficiente poder para decir 'no' sin consecuencias.
Consciente de su valor en sociedad, pero también de su peligro, la psicología ha estudiado cómo el 'no' es capaz de mejorar nuestras relaciones y autoestima sin dañar nuestro entorno social, elaborando técnicas como el sándwich positivo que invita a incluir el 'no' entre dos aspectos positivos para minimizar su impacto sin suavizar su poder. Que dominarlo es importante para alcanzar el éxito es algo que, con casos como el de Elon Musk, queda más que demostrado.
Imagen | Daniel Oberhaus
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10 comentarios
Domps
Para el artículo rebaña-esfínteres de este payaso no hay imagen de IA?
albertoplaza
Secreto del éxito?
Padre multimillonario
albertoacr
Masturbando el ego del mustio? Que bajo habéis caído.
Omega
3DMusk otra vez en acción. Ya os pueden dar un buen saco de dinero por cada noticia sobre él, sino no me lo explico. Con lo que habéis sido... Qué pena.
dark_arrow
La misma ex mujer que lo dejó por otra mujer por lo estúpido que era el? U otra de las tías que lo tienen como pagafantas como lo fue Amber Heard en su momento?
Markuni666
Patada en los huevos a musk y todos sus perritos falleros.
shepizen
Haciendo uso de mis anotaciones y otros comentarios de mi autoría, ChatGPT generó el siguiente texto:
Creemos que existen voces auténticamente opositoras dentro del sistema, sin notar que la disidencia es, en realidad, parte del mismo engranaje; una disidencia controlada. Aquellos personajes en redes sociales que vemos como referentes de honestidad no son más que piezas clave en la estructura que sostiene el statu quo: empresarios, políticos, pensadores, periodistas y escritores que fingen independencia cuando esta es imposible, incluso a nivel atómico. La idea de que el conflicto se reduce a una lucha entre izquierda y derecha es la primera gran trampa. Nos mantienen entretenidos en un enfrentamiento ilusorio, mientras el poder real opera sin obstáculos ni resistencia efectiva.
Hoy en día, el dominio no se impone con fuerza bruta, sino que se camufla bajo la apariencia de libertad. El primer paso para perder la autonomía es convencerse de que ya se la posee. Se nos da la opción de elegir entre alternativas que nunca cuestionan la estructura fundamental, entre ideologías y "-ismos" diseñados para darnos identidad y propósito, pero que, en realidad, solo dirigen nuestras energías dentro de los límites establecidos. Cada "-ismo" contiene su propia división interna de izquierda y derecha, en el sentido original de esos términos en la Revolución Francesa. Esas fracturas replican el mismo patrón de dominio, pero en versiones más pequeñas y controladas. Así es como el poder se perpetúa sin que lo percibamos: haciéndonos creer que hemos alcanzado la libertad cuando, en realidad, solo hemos cambiado de prisión.
Veremos pronto—y Dios quiera que no—que, tras otorgarnos esta momentánea libertad en redes sociales, donde la IA y los algoritmos están aprendiendo de la conducta humana (especialmente de los odiosos) como nunca antes, podrán censurarnos de una manera sin precedentes. O peor aún, que ningún mecanismo de privacidad, ni siquiera cambiar de dispositivos electrónicos, mudarnos o asumir una nueva identidad, nos salve de los Puntos Sociales que nuestros supuestos "salvadores" impondrán. Un sistema donde cada movimiento, búsqueda o comentario en internet—e incluso lo que otros digan de nosotros, de manera indirecta—quede registrado en nuestra "Huella Digital".
Sin embargo, los mismos arquitectos de este sistema no son realmente libres. Han caído en su propia trampa, pues lo que se disputa no es simplemente un trono, una empresa o un territorio, sino el control sobre las percepciones y la narrativa. Para sostener su dominio, un gobernante ya no puede limitarse a ejercer autoridad; necesita encarnar un mito, convertirse en una figura mesiánica. Aquí entra la idea de la famosa batalla cultural: llegar a la Luna, regalar dinero, comida, bienes materiales, curas a enfermedades e incluso la inmortalidad. Avances a los cuales, en lo personal, no me opondría. En un mundo donde la inteligencia artificial avanza sin freno y el talento individual ya no es garantía de poder, la única vía que les queda es presentarse como enviados divinos, ya sea de Dios o de la IA.
Pero la historia lo ha demostrado una y otra vez: ningún imperio es eterno. Lo que hoy parece inamovible, mañana será solo un vestigio enterrado en el tiempo, como lo expresa el poema de Ozymandias. Querer manipular esta ley natural o la naturaleza humana es desafiar la ontología misma de la realidad, lo cual conlleva implicaciones existenciales que ni siquiera los poderosos están dispuestos a afrontar. Basta recordar una de las reflexiones del Dr. Manhattan en Watchmen.
La paradoja de esta lucha incesante es que, dentro de su perpetuidad, existe la posibilidad de cambio, porque todo cambia, incluso las leyes de la física podrían hacerlo alguna vez. El poder nunca es absoluto ni definitivo, y siempre habrá quienes logren ver más allá de las cadenas invisibles que nos sujetan. Incluso dentro de las dinastías de monarcas, déspotas y oligarcas, el ansia de control ha generado traiciones internas. El conflicto por la supremacía nunca cesa. Y quizás, en medio de esta pugna interminable, se encuentre la única esperanza real que deja el capitalismo: siempre hay una oportunidad para desafiar el sistema, incluso en la muerte. Siempre hay una grieta por donde entra la luz de la esperanza ❤️