La dismorfia productiva se ha convertido en el peor enemigo del teletrabajo. Más aún que los jefes exigentes

  • La psicología la entiende como una alteración en la percepción de la productividad

  • Aprender a valorar lo que hacemos resulta clave para poder combatirla

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Nacida como una condición psiquiátrica derivada de una distorsión de la imagen corporal, el concepto de dismorfia lleva años utilizándose para una idea muy alejada de esa enfermedad que provoca una preocupación excesiva por la apariencia. De la mano de la salud mental dentro del mercado laboral, la dismorfia productiva ha terminado haciéndose un hueco en nuestro vocabulario.

El concepto de la dismorfia productiva, a grandes rasgos, hace referencia a la sensación de sentirse abrumado por no ser lo suficientemente productivo frente a situaciones de estrés laboral. Un fenómeno capaz de aumentar la ansiedad y que, estrechamente relacionado con el síndrome del impostor, nos hace creer que no estamos rindiendo lo suficiente.

Qué es la dismorfia productiva y cómo combatirla

Como en el caso de la dismorfia tradicional, la psicología entiende la dismorfia productiva como una alteración no sólo de nuestras posibilidades, sino también de los resultados obtenidos, fomentando así la idea de que no estamos a la altura de las expectativas y que, constantemente, deberíamos hacer más para alcanzarlas en un círculo vicioso que no ve el final.

Quienes lidian con el trabajo en remoto parecen más propensos a sufrirla porque, además del mensaje que se ha estandarizado entre compañías como Google, culpando al teletrabajo de la productividad de sus empleados pese a que los problemas de base son otros, también deben sumar la falta de reconocimiento constante que, por lo general, supone trabajar en una oficina.

La condición está especialmente relacionada con el discurso de aquellos jefes y directivos que siguen anclados en la idea de que formatos como el teletrabajo, las jornadas híbridas o la semana de cuatro días, resultan menos productivos que acudir a la oficina. Pese a que los estudios realizados apuntan directamente en la otra dirección, el problema de la dismorfia productiva nace de ese nivel de exigencia que, pese a los esfuerzos y logros, nunca termina de estar a la altura en la mente del trabajador.

Estudios recientes sobre los trastornos de ansiedad reflejan la necesidad de combatir el síndrome de la dismorfia productiva mediante tareas básicas como mantener una lista actualizada de tareas realizadas y pendientes para reconocer el trabajo realizado de una forma más visual.

Además, se recomienda aprender a escuchar y aceptar los cumplidos para abrazar una opinión externa y, sobre todo, dedicar un tiempo prudencial a programar nuestros momentos de ocio tal y como hacemos con el trabajo para que, en la comparativa, seamos conscientes del tiempo que estamos dedicando a cada parte de nuestra vida.

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