Ya sabemos cuántos puestos de trabajo perderemos por culpa de la IA, pero en realidad hay un matiz que cambia la respuesta por completo

Ya sabemos cuántos puestos de trabajo perderemos por culpa de la IA, pero en realidad hay un matiz que cambia la respuesta por completo

  • Muchos trabajos actuales como la programación de IA o  la impresión 3D no existían en 1940

  • Entender qué ocurrió con la automatización hace varias décadas nos ayuda a ver el futuro con optimismo

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Foto Inteligencia Artificial
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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

Editor - Trivia

Desde que la lA llegase a nuestras vidas para revolucionar el mundo de la tecnología, el miedo a cómo su adopción podía afectar a los puestos de trabajo de millones de personas en todo el mundo se ha convertido en el principal tema de conversación al hablar de ella. Movimientos como los de Google o Meta, realizando despidos y anunciando una bajada en las contrataciones de puestos de ingenieros informáticos en favor de adoptar agentes de inteligencia artificial que realicen esos trabajos, han hecho que, en cierto sentido, ese miedo se materialice de la forma más dura posible.

Sin embargo el escenario socioeconómico ha virado en otra dirección. Si en 2013 un estudio de la Universidad de Oxford anunciaba que la llegada de la inteligencia artificial permitiría automatizar casi la mitad de los empleos de Estados Unidos en cuestión de una o dos décadas, la realidad es que, algo más de diez años después, el país norteamericano cuenta con alrededor de 17 millones más de puestos de trabajo. Parece evidente que, frente a la pregunta de cuántos trabajos se perderán por culpa de la IA, esa duda no está bien formulada.

La exposición laboral de la IA

Se entiende por exposición laboral todos aquellos puestos que, de una forma u otra, presentan la posibilidad de ser modificados o borrados por culpa de una nueva tecnología como la de la IA. Son esos trabajos que, bajo ejemplos como los de la programación o tareas administrativas, parecen más expuestos a que ese vendaval de la inteligencia artificial se los lleve por delante.

Las proyecciones económicas y laborales más preocupantes aseguran que, a nivel global, alrededor de un 40% de los puestos de trabajo se enfrentan a esa inquietud. Sin embargo, no todos los estudios se asoman al problema de la IA desde esa perspectiva rodeada de negativismo. Por cada predicción de futuro apocalíptica, hay otra que intenta poner los pies en el suelo para intentar entender esa caída con mayor precisión.

El ejemplo más claro está en el ofrecido por el Instituto Tecnológico de Massachusetts que, pese a reconocer que el 36% de los trabajos en el sector privado de Estados Unidos se enfrenta a esa exposición laboral, pone sobre la mesa una realidad que a menudo pasamos por alto al hablar de esta transformación: sólo en el 8% de esos posibles afectados tendría sentido adoptar la automatización que propone la inteligencia artificial.

Pese a ello es fácil pensar que la industria tecnológica, como casi todas, a menudo se mueve más por impulsos y por modas que por un intenso raciocinio de hasta qué punto lo que está haciendo es realmente lo más beneficioso para su compañía. Pero incluso si ese escenario fuese verídico, si de repente todas se lanzasen a la piscina para abrazar la IA como la segunda venida, la realidad es que no todas ellas podrían permitirse esa transformación a nivel financiero. Las que lo hagan, además, tienen por delante un duro camino de transformación que, tal y como recogía el presidente de la división de Windows en Microsoft, está lejos de ser un cambio capaz de producirse de la noche a la mañana.

Es probable que tu trabajo no existiese en 1940

Pero con la intención de plantarnos ante el peor escenario posible, sigamos arrastrando ese pensamiento negativo que nos terminará llevando a por qué la pregunta que planteábamos al inicio está mal formulada. Tomemos por ejemplo el factor histórico y, tal y como ocurrió en otras revoluciones tecnológicas como la industrial, asomémonos a ver qué ocurrió ante todos esos trabajos de industrias como la textil o la de los vehículos para compararla con ese hipotético escenario que nos espera.

El fenómeno que se vivió entonces, lejos de una pérdida masiva de puestos de trabajo, fue lo que los economistas describieron como el patrón de la U invertida. Con la llegada de los automatismos y el aumento de la productividad, los precios de los bienes de consumo cayeron y, como más gente estaba dispuesta a adquirir esos productos, las necesidades de producción ascendieron empujando a aquellas fábricas plagadas de máquinas a requerir más personal para poder satisfacer la demanda. Lo que apuntaba a una caída, se convirtió en realidad en una subida.

Sería absurdo pensar que aquella revolución no se llevó por delante trabajos, y la industria de los pequeños artesanos en forma de zapateros y herreros puede dar buena cuenta de ello, pero habiendo vivido en aquella época un crecimiento de empleo capaz de amortiguar esa caída, llegamos al tema de la pregunta mal formulada. Es difícil discernir cuántos trabajos se perderán por culpa de la IA, de la misma forma que desconocemos cuántos puestos de trabajo se ganarán gracias a la IA. Es un matiz importante.

Hay una consideración clave que resume esa sutil diferencia, la que implica preguntarnos si a día de hoy estamos realizando un trabajo que no existía en 1940. Gestión de redes sociales, robótica, especialista en SEO, ingeniero de datos, asistente virtual, especialista en comercio electrónico, operador de drones, diseñador UX, ingeniero de impresión 3D, redactor de contenidos web… La lista es inmensa y, ante la pregunta de cuántos de ellos seguirán entre nosotros en 2040 gracias o por culpa de la IA, la incertidumbre es igual de abrumadora, pero francamente nos deja más tranquilos.

Imagen | Eric Vanhall en Midjourney

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