Los problemas de natalidad y envejecimiento de la población de Japón traen bajo el brazo varios inconvenientes. Además de la caída de su economía y la falta de trabajadores en puestos especializados, sus pueblos se están quedando cada vez más vacíos. El resultado es un parque de casas abandonadas que se cuentan por millones.
El fenómeno, que entre los japoneses se ha dado a conocer como la crisis de las Akiya, ha hecho que el abandono de los pueblos por parte de los jóvenes en favor de las grandes ciudades, sumado al hecho de ver cómo los ancianos que allí vivían van desapareciendo poco a poco, estima que en todo Japón hay alrededor de 9 millones de casas vacías. Una cifra que llega hasta los 11 millones de akiya según el Instituto de Nomura. Hay varias razones para que sigan vacías.
El problema de Japón con la vivienda no es ni el precio ni la escasez
Incluso con unos precios que parten desde alrededor de 7.000 euros -poco más de 9.000 euros en total si sumamos también las tasas por transacción, el impuesto de adquisición y el de la propiedad-, en Japón rehúyen de esos aparentes chollos. La letra pequeña que hay detrás de esas casas va más allá de la poca atractiva idea de irte a vivir a un pueblo fantasma.
El principal problema reside en el hecho de que son casas muy antiguas y que, pese a su pintoresco aspecto, las construcciones están lo suficientemente afectadas por el tiempo como para producirse derrumbes en un país especialmente dado a ser pasto de grandes tormentas, nevadas y terremotos.
Hay que tener en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre en otros países como España, las casas a menudo no representan una inversión para los propios nipones. En realidad sería el equivalente a nuestros coches y, para ellos, una propiedad empieza a devaluarse en cuanto la compras. Todo lo que exceda de 30 años está considerado como viejo y, en esencia, es lo que termina provocando esos precios tan bajos.
Con el terreno vacío comportando más impuestos que si hay una casa en él, quienes heredan una propiedad de este estilo son más propensos a abandonarla que a venderla o reformarla para uso propio o como negocio. A grandes rasgos, la inversión de tiempo y dinero no sale a cuenta. Para el capital extranjero en busca de aprovechar esos precios para monetizar la fiebre por Japón y su turismo no pinta mucho mejor.
Una ruina convertida en negocio
A ojos de un extranjero, en cambio, puede parecer una inversión de futuro para convertirlas en nuevos alquileres de larga estancia o alquileres vacacionales con encanto, pero está lejos de ser el negocio del siglo. Hacerlas habitables implica grandes renovaciones que terminan afectando hasta sus cimientos y, además de alcanzar precios que pueden llegar a superar ampliamente el coste de la propiedad, llevarlas a cabo no es especialmente fácil.
Además de lidiar con el gobierno para aprobar las obras, hay que tener en cuenta el problema del idioma una vez estás allí. Sin embargo hay un grupo que parece haber encontrado la fórmula perfecta para aprovechar esa situación: los creadores de contenido que han visto un filón que suma el embrujo de Japón, las renovaciones estilo Ikea y la monetización de todo el proceso.
De entre todos ellos, probablemente el más famoso es Anton Wormann, un sueco que llegó a Japón hace seis años y vio en el precio de las casas y sus renovaciones una oportunidad para crear algo distinto en plataformas como YouTube y TikTok. A lo que ganan por visitas y colaboraciones, suma la posibilidad de adquirir y renovar una casa por unos 105.000 euros y sacarle alrededor de 10.500 euros mensuales mediante alquileres vacacionales de corta estancia. En total acumula ya cerca de una decena de propiedades con cifras similares.
Otro de los que ha empezado a ver un filón en la idea y cuenta con múltiples vídeos visitando casas abandonadas, comprando propiedades para reformarlas, y conociendo a extranjeros que han hecho lo propio, es Shu Matsuo Post. Y no será el último tras los últimos cambios de Japón en materia de extranjería.
Desde mediados de año, en busca de reactivar su economía, el país nipón ha introducido una nueva visa de teletrabajo que permite estancias de hasta 6 meses para nómadas digitales. Con ello, esas zonas rurales que no dan para quedarse a vivir pero sí para un periodo de corta estancia, de repente parecen mucho más apetecibles.
Imagen | Yan3131yan en Midjourney
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