Las leyendas sobre los inventos de Arquímedes se cuentan por decenas y a menudo se les confiere propiedades casi místicas que poco o nada tienen que ver con la realidad. Hace más de 2.000 años utilizó un rayo de la muerte para quemar una flota romana entera, sin ir más lejos. Pero según el experimento de un estudiante canadiense de 13 años, tal vez en su rayo de luz concentrada no estemos tan equivocados.
Como proyecto de ciencias, el crío decidió recrear el rayo de la muerte de Arquímedes en miniatura. La historia cuenta que, durante el asedio de Siracusa que terminaría con su vida en el 214 antes de Cristo, el genio utilizó un gran espejo para reflejar el sol sobre la flota de los romanos y que, gracias al calor de su particular rayo, consiguió quemar los barcos deteniendo su avance.
El funcionamiento del rayo de la muerte de Arquímedes
Tal y como recogen nuestros compañeros de JeuxVideo en una reciente publicación, Brendan Sener, nuestro jovencísimo aspirante a inventor, utilizó una lámpara de calor y espejos cóncavos para intentar crear una versión en miniatura del rayo de la muerte y realizó distintas pruebas con dos bombillas de 50 y 100 W. Apuntando a una parte de la superficie que pretendía atacar, vio como cáda vez que añadía un espejo la temperatura del objetivo aumentaba considerablemente.

De los 21 grados de temperatura que reflejaba la superficie en reposo y sin luz, el calor provocado por la bombilla de 100 W elevaba el objetivo hasta los 27,2 grados. Tras dejar enfriar la muestra, empezó a añadir espejos. La prueba con calor y un espejo subió la media hasta los 34,9 grados, con dos espejos hasta 39,6 grados, con tres espejos hasta los 43,4 grados y, con cuatro espejos apuntando al mismo objetivo, consiguió que los 21 grados iniciales que mostraba la superficie sin calor ascendiesen hasta los 53,5 grados.
A diferencia de otros intentos realizados a lo largo de la historia que han intentado replicar el rayo de la muerte de Arquímedes, desde Descartes hasta los Cazadores de Mitos que dieron el experimento por imposible, hasta profesores e ingenieros que llegaron a incendiar pequeños trozos de madera con distintas técnicas, la prueba de este estudiante de 13 años demuestra que, como mínimo, había algo de real en el invento.

El experimento demuestra que la suma de espejos que reflejen una luz con calor son capaces de incrementar la temperatura a mayores niveles de los que ofrecería la fuente de luz por sí misma. Pero no es menos cierto que, tal y como recoge Brendan, la posibilidad de realizar el hito de quemar un barco en movimiento a gran distancia mientras peleas con nubes y la propia humedad del navío parece bastante menos útil que utilizar el resto de armas más históricamente secundadas que tenían a su disposición durante aquella época.
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