Los susurradores de la Generación Z se han convertido en una pieza imprescindible de nuestro sistema. Son el Google Translate de los Boomer

  • El cringe de la Generación Z se ha convertido en un problema para las marcas

  • Hay quienes han convertido en negocio la necesidad de acercar posturas

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Estamos ante la brecha generacional más disruptiva de la historia reciente y eso es un problema, especialmente para las marcas. Conscientes de que deben llegar al mayor número de personas posibles, y de que sus clientes más fieles algún día terminarán desapareciendo, los CEO Boomer no saben cómo llegar hasta los más jóvenes. Es ahí donde entran los susurradores de la Generación Z.

El término, acuñado por The Guardian, es la definición perfecta para un creciente negocio capaz de darle la vuelta a un mercado que seguía errando el tiro a la hora de enfocar la publicidad dirigida a la Generación Z. Son los jóvenes que, conscientes de hasta qué punto no se entiende su punto de vista respecto a la vida, se han convertido en los imprescindibles traductores de tendencias que requieren el resto de generaciones para entender no sólo qué quieren, sino también cómo llegar hasta ellos.

Los susurradores de la Generación Z

Negocios como Z Suite, Gen Z Lab o el equipo español detrás de The Z Lab al que daba voz El País recientemente, se han convertido en los grupos de consultoría que ofrecen información sobre diversidad, identidad, inclusividad, justicia social y cambio climático, que dichas empresas necesitan conocer para acercarse a las nuevas generaciones.

Sirviendo de una suerte de Google Translate entre generaciones, son los responsables de haber empujado a las compañías a virar hacia la responsabilidad de sus acciones. Tras demostrarse en 2021 que un 51% de los jóvenes estadounidenses investigaban a las empresas antes de comprar un producto para asegurarse de que estaban alineadas con su posición respecto a las corrientes anteriormente mencionadas, los susurradores de la Generación Z se convirtieron en una pieza imprescindible dentro de sus promociones.

Sin embargo la fina línea entre lo cringe -el término que mejor ejemplifica la vergüenza ajena para la Generación Z- y acertar el tiro con sus campañas publicitarias, va más allá de subirse a todos los barcos y tendencias que nacen de internet. La sensación de que ese puente entre el marketing y el activismo no es más que una pantalla de humo para esconder lo evidente ya ha salpicado a varias marcas, obligando a algunas como Pepsi, Domino’s Pizza, o Gap a tener que recular con algunas de sus campañas.

Convertir en negocio ese activismo no parece la mejor forma de arrojar moral sobre un fuego que parece especialmente escaso de ella, pero la necesidad de evitar errar el tiro frente a nuevos y potenciales clientes, y zafarse de las polémicas y escarnios públicos a las que se ven sometidas las marcas en redes sociales cuando pinchan en hueso, ha hecho inevitable que ambas generaciones tengan que sentarse a acercar posturas.

Imagen | Daniel Monteiro

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