Los ositos de peluche y los crucigramas eran un peligro para la sociedad. Siempre nos quedará el consuelo de que el videojuego no fue el primero

Los ositos de peluche y los crucigramas eran un peligro para la sociedad. Siempre nos quedará el consuelo de que el videojuego no fue el primero

  • El oso de peluche se vio como un peligro que podía llevar a la extinción

  • Los crucigramas fueron atacados por reducir la productividad de los trabajadores

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Osito Peluche
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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

Editor - Trivia

Al grito de "¿es que nadie va a pensar en los niños?" nuestra sociedad ha atacado de forma indiscriminada a casi cualquier innovación en el mundo del entretenimiento que ha llegado hasta nuestras manos. Pasa con las redes sociales, pasa con los videojuegos, y conforme más mires hacia atrás, más casos encontrarás que se habrán usado para pronosticar un supuesto peligro, desde las novelas hasta los RPG. Los más extraños, en cualquier caso, siempre serán los ositos de peluche y los crucigramas.

Es un debate cíclico en el que el peligro de turno termina demostrando que no es tal cosa mientras otro nuevo lo sustituye. Con el tiempo, la sociedad terminar percatándose de la lucha absurda que ha arrastrado con ello, pero nunca dejará de sorprendernos cómo, en cierto momento de la historia, a alguien se le ocurrió apoyar la idea de que un oso de peluche y un crucigrama podrían convertirse en una amenaza nacional.

El oso de peluche que pronosticaba la extinción

La historia del oso de peluche empieza, como no podía ser de otra forma, con uno de verdad. En lo que se convirtió en una noticia a nivel nacional destinada a ensalzar la buena fe del presidente Theodor Roosevelt de los Estados Unidos, la nota contaba cómo el presidente había asistido a una cacería de osos pero no había tenido demasiada suerte para dar con alguna presa. Con la intención de mejorar su marca, los asistentes del mandatario arrinconaron a un oso pequeño y lo dejaron atado a un árbol para que Roosevelt pudiese cobrarse esa pieza. Sin embargo, al ver al animal amarrado se negó en rotundo por considerarlo antideportivo.

Aquella noticia se volvió viral entre los diarios de la época y, con la intención de aprovechar su tirón, creó un osito de peluche al que llamó Teddy Bear en honor al presidente. Lo entrañable del animalejo de peluche, sumado a la repercusión de la noticia, hizo que aquél osito de peluche se convirtiese en un superventas que, como suele ocurrir en estos casos, el resto de tiendas no tardaron en replicar. De la noche a la mañana, Teddy Bear se había convertido en el juguete favorito de los niños.

Roosevelt

Pero como nunca llueve a gusto de todos, un sacerdote vio en aquella idea una amenaza no sólo para la sociedad, sino para lo que en aquél entonces se había convertido en un constante tema de debate: el suicidio racial. Con una corriente tan cuestionable como el gratuito ataque al oso de peluche, la idea venía a presentar que, si una raza no se reproducía lo suficiente, estaba condenada a la extinción. No hace falta apuntar que en el tema había más racismo que preocupación genuina.

El citado sacerdote aseguraba que el oso de peluche había desbancado a los juguetes habituales y que, en consecuencia, las niñas suprimirían los instintos maternos que sí fortalecían las muñecas tradicionales: "Nunca he visto algo más repugnante que el que se presenta ante el espectáculo de una niña acariciando e incluso besando a esos pseudo animales". Afortunadamente para el muñeco de peluche, de la alarma no se tardó en saltar a la sorna mientras otro invento ocupaba ese controvertido puesto: el crucigrama.

Crucigramas contra la productividad

Aunque la historia de los crucigramas nos llevaría mucho más atrás, los problemas con un pasatiempo considerado a día de hoy intelectual empezaron en 1913. Hasta entonces, la idea se había utilizado como una forma de entretener y fomentar el desarrollo de los niños, pero al diario New York World se le ocurrió que también podía resultar atractivo a los adultos si se elevaba un poco la dificultad.

No iban desencaminados, convirtiéndose en todo un éxito dentro de la publicación y catapultando sus ventas mientras los crucigramas se convertían en deporte nacional. Sin embargo, el resto de diarios veían la jugada como una mala treta destinada a atraer lectores por parte de la prensa amarilla, y el New York Times se cebó especialmente con la estrategia.

Los artículos de otras publicaciones que siguieron al fenómeno no tenían desperdicio, al crucigrama lo catalogaron desde "desperdicio pecaminoso de tiempo" hasta "la bien llamada locura de los crucigramas". El problema, según aquellos diarios que se negaron a seguir la moda, estaba en que los millones de personas que se habían aficionado a los crucigramas estaban perdiendo el tiempo en ello en vez de resultar más productivos en su trabajo.

Tardaron casi 30 años en ceder, pero al final también lo hicieron. El crucigrama había resultado ser un pasatiempo perfecto en tiempos no demasiado alegres, y tal y como llegaron los juicios por considerarse un hábito tóxico para la sociedad, y las alarmas médicas en torno a ciudadanos adictos a los crucigramas, desaparecieron sin dejar rastro. Si hoy tu afición favorita está en el punto de mira y no estás haciendo nada malo, no desesperes, no tardará en llegar otra que ocupe su lugar.

Imagen | Hassan Ouajbir

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