"Señoría, soy culpable. Tenga en cuenta como atenuante que he podido aguantar hasta finales de febrero para comprar el FIFA de este año, y por favor, no se centre en que además nunca juego a Ultimate Team y me centro en el Modo Carrera que casi todos los años es igual". Este sería mi alegato frente a mi propia conciencia después de volver a pagar por un videojuego deportivo más que machaco cada año.
¿Pero sabéis lo peor de mi "enfermedad" con los juegos deportivos? Pues que justo cuando supuestamente más debería divertirme, es cuando empiezo a dejar de hacerlo. Esto no es exclusivo de FIFA, me pasa también con NBA 2K y con Madden, mis otros dos juegos deportivos de cabecera.
La idea de crear un gran equipo es lo que me seduce
Me refiero, claro, a ese proceso de mejora de plantilla que nos llevará a tener un equipo puntero. La idea de conseguir una estrella antes que los rivales, o de dar con esa promesa que cambia el rumbo de un club y cuya progresión es brutal, es lo que realmente me motiva a jugar.
Es cierto que el proceso no es el mismo en todos los videojuegos de deporte. En los americanos es algo diferente a FIFA, ya que existe el Draft, ese proceso por el cual los peores equipos tienen acceso prioritario a las nuevas promesas universitarias. De hecho, hay algo placentero en traspasar a tus veteranos por elecciones en el Draft y acabar por armar un equipo jovencísimo y con gran proyección.

En FIFA lo que me gusta es ese proceso de ir adquiriendo newgens (esos jugadores "inventados" que se crean cada temporada para ocupar el hueco de los retirados), de acumular dinero vendiendo jugadores libres, y de peinar el mercado en búsqueda de jóvenes perlas a un precio asequible. En cuanto ya tengo el equipo funcionando y las arcas llenas, como que me apetece menos jugar.
Esto es lo que me sucedió recientemente en mi partida con el Sutton United, un equipo de cuarta división inglesa. Tras firmar a un par de clásicos libres como Afif o Gallardo, o lograr una gran cesión de Luka Romero con una asequible opción de compra, conseguí ascender en mi primera temporada a la tercera liga inglesa.

Fue durante ese mercado cuando me volví loco con casi 20 fichajes. Vendí a Afif y a Gallardo por cerca de 30 millones de euros, lo que me permitió firmar a los mejores ojeadores y personal de cantera posible, mientras aún tenía dinero para ponerme a trabajar. Hubo espacio para veteranos libres como Marco Reus o Lucas Moura, también para wonderkids reales como Roony Bardghji o Romeo Lavia, pero sobre todo para newgens de más de 70 de media.
De esta forma, aunque apenas gasto en salarios unos 150.000 o 200.000 euros a la semana, ingreso de camisetas casi el doble. Por no hablar de que prácticamente me he pasado al juego, al ganar sin despeinarme a cualquier rival de liga. Sólo falta que me salgan los créditos, eso es así.
Y de repente, me encuentro como Thanos, mirando al horizonte con la satisfacción del trabajo bien hecho y sin ganas de hacer otra cosa más que descansar. No es que no me divierta jugando con estos nuevos jugadores, de hecho me lo paso pipa, pero la verdad es que carece de esa magia que tiene el imaginarte el equipo soñado que harás después de una temporada.
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4 comentarios
Maljinwo
Eso pasa porque el FIFA es para jugar con amigos
Equipos aleatorios y tener partidos imposibles como Almirante Brown - Schalke 04
Hoyadas
Eso no pasa solo con el Fifa, pasa con absolutamente todo en la vida, se llama adaptabilidad hedonica, da igual lo que hagas para bien o para mal que con el tiempo y sobretodo después de llegar a los objetivos la felicidad se estabiliza, es el motivo por el cual un adicto aumenta progresivamente su adicción, y ciertos juegos aprovechan esto para sacarte el dinero.
manuel_obrador
Buena información. |Manuel Obradors