Hay una circunstancia que sucede en muchos juegos de estrategia y creo que no nos paramos a pensar realmente. Por mucho que el juego en cuestión nos ponga un nombre seductor como líder (en el caso del primer Frostpunk somos el Capitán), no dejamos de ser una especie de dictador. Todos acatan nuestras órdenes y, aunque pueden surgir protestas o levantamientos, seguimos al mando. En Frostpunk 2, sin embargo, se ha instaurado la democracia con un parlamento. Nuestras leyes tienen que ser aprobadas por la mayoría o no podremos llevarlas a cabo.
Lo interesante de esta nueva mecánica no es solo el viraje a una ciudad más democrática, sino cómo hace sentir al jugador. Desbloquear una ley puede costarte caro, teniendo que pactar con alguna de las facciones que puebla la ciudad para que las cosas evolucionen como ellos quieren (y disgustando un poco al resto de grupos). Aunque Frostpunk 2 es un juego post-apocalíptico tras una nueva glaciación, lo cierto es que es fácil ver reminiscencia de nuestros propios conflictos políticos. Y lo que asusta, como líder de estos supervivientes, es lo fácil que es mirar para otro lado, hacer lo que quiere la mayoría, descuidar a los grupos más diferentes o ignorar casos personales en favor de un supuesto bien común. Cuando se pone serio, Frostpunk 2 es una ametralladora de dilemas morales. ¿Separarás a una madre de su hijo por preservar la cuarentena o te arriesgas a un contagio? Son cuestiones que, desde la frialdad de nuestra posición sujetando el ratón y el teclado, parecen fáciles, pero si le dedicamos un minuto o dos a reflexionar sobre ello no lo son tanto.
He querido empezar bajando a lo más personal, porque creo que el juego se lo merece aunque en esta ocasión nos aleje más del pie de calle. Es cierto: Frostpunk 2 tiene algo menos de city builder cercano, de medir bien la orografía de la ciudad y lo que pasa en cada barrio, para centrarse en el gran esquema y, sobre todo, la expansión a larga escala. Esto no gustará tanto a algunos jugadores provenientes del primer juego, porque es cierto que se pierde algo de conexión con lo que sucede en nuestro núcleo urbano y se centra más en la manutención, el equilibrio de recursos y la conexión con otras zonas del mapa.
Cuando se pone serio, Frostpunk 2 es una ametralladora de dilemas morales.
Sin embargo, y pese a las discrepancias, siempre he celebrado las segundas partes que tienen el valor de cambiar algo la mecánica central. No siempre sale perfecto (me pasó con Darkest Dungeon II, por ejemplo); en el caso de Frostpunk 2 es los suficientemente familiar, pero distinto, como para que sea atractivo y nunca decepcione. Creo que a ello ayuda mucho la estructura por capítulos que forma la historia. Siempre hay objetivos nuevos a conseguir a medida que vamos viendo cómo esta sociedad logra sobrevivir y adaptarse al hielo.
Cambiarlo todo para que nada cambie
Los recursos son más importantes que nunca. No solo tener suficientes, sino tener excedente que más tarde, incluso, nos sirva para negociar con otros núcleos. Los momentos más complicados de Frostpunk 2 vienen siempre en un pequeño descuido, cuando las últimas construcciones nos dejan bloqueados sin un material clave, bien sea combustible, prefabricados, trabajadores, materiales, alimentos o productos. Y cuando digo bloqueados es que, por mucho que esperemos, no hay forma de crecer. No queda otra que hacer sacrificios: ponerse a demoler o desactivar fábricas para replantearse la situación. Y es que Frostpunk 2 logra aquí encontrar siempre ese punto dulce en el que nunca tendremos suficiente de todo y el equilibrio se desquebraja a la mínima. Como nuestras sociedades actuales, la única solución a esto es crecer y expandirse sin descanso.
Lo más importante es la creación de nuevas ciudades, que orbitan alrededor de la nuestra.
Aquí entran en juego las exploraciones. Además de viviendas, centros de alimentación, extracción de recursos o fábricas, construiremos puestos de avanzada para explorar más allá de los confines de nuestra ciudad. Gracias a ello encontraremos recursos mucho más duraderos y automatizados, que requieren menos esfuerzos en nuestra ciudad que podemos aplicar a otros menesteres. Explorar estas zonas es peligroso, por lo que hay que ir mejorando los sistemas y también construir caminos o incluso rutas aéreas para acelerar la importación.
Pero lo más importante de todo este sistema es la creación de nuevas ciudades, que orbitan alrededor de la nuestra, requieren sus propios centros y materiales, pero que proporcionarán una fuente inagotable de recursos a la ciudad principal. Sobre todo, fuentes de energía más eficiente que el carbón, como es el petróleo.
Como decía, no es que Frostpunk 2 se haya transformado del todo, pero sí es posible que apueste más por la estrategia 4X que por la de city builder. Se nota con esa nueva mecánica con la que tendremos que romper el hielo para habilitar la zona, casi como si fueran casillas hexagonales, antes de poder construir en ellas. Que, por cierto, es impresionante ver lo bien que se adaptan cada tipo de construcción a la orografía del terreno. Saber colocar esta base del terreno nos puede permitir extraer mejor los recursos o tener que gastar más en construirlos.
Belleza helada
Visualmente, Frostpunk 2 es un juego muy poderoso. No solo por lo técnico, sino porque el equipo de 11 bit studios ha sabido tratar el clima de una manera muy especial. Se aprecia la belleza letal de su blanco, las ráfagas de viento y nieve que azotan todo y mueven incluso la nieve del propio suelo. Es también un juego que pide cámaras más abiertas que el primer Frostpunk, pero basta acercarse al núcleo de nuestra ciudad para ver la cantidad de detalle que hay en todas las estructuras y cómo los fuegos que calientan la urbe y los caminos iluminan el hielo en todo momento.
Eso sí, creo que es un juego muy desequilibrado en lo técnico. Mientras que parece escalable para configuraciones poco potentes como una 1050ti o una RX 550, con ordenadores de gama media, como una RTX 4070 no parece ser suficiente para hacer funcionar el título en 4K ya no solo rasterizados, sino con ayuda de un DLSS de calidad si pones todas las opciones en Ultra. Y lo cierto es que, aunque como digo es un juego muy vistoso, no termino de ver dónde demanda tanto equipo.
Sus menús también guardan una estética muy armoniosa, aunque aquí cuesta más habituarse a ellos. Tenemos un capítulo de prólogo que no solo te enseña a jugar, sino que te resumen (mucho) los acontecimientos del primer juego, terminando con la muerte del Capitán y poniéndonos a nosotros como administrador de la misma. Pero incluso habiendo jugado al primero, hay algunas lecciones que el tutorial no termina de dejar claro y no quedará otra que aprender sobre la marcha. La dificultad, además, se deja notar desde el primer modo, que no debe confudirse realmente con un modo fácil. El propio juego te recomienda que, si no has jugado a Frostpunk con anterioridad, te decantes por él.
No tardé mucho en engancharme a Frostpunk 2. Al comienzo del segundo capítulo ya estaba dentro, con esa gran sensación que solo consiguen los buenos juegos de estrategia. En este caso, el equivalente a "un turno más" se convierte en "un objetivo más". Sin darte cuenta, las semanas de juego pasan y también lo hacen las horas en la vida real. Todo requiere tu atención y, mientras trataba de lidiar con todos los recursos y necesidades, me di cuenta de 11 bit había conseguido algo increíble: hacerme comprobar de primera mano y como líder, lo fácil que es concentrarse en los números, en las posibilidades de crecimiento y en contentar a la mayoría mientras los pequeños dramas, las leyes contra los más desfavorecidos, los pactos injustos y la exigencia de más trabajo en circunstancias especiales se ocultan bajo una capa de hielo.
Frostpunk 2 es una secuela bastante distinta al juego original, pero que conserva todo su espíritu. Es cierto que quizá se centra más en la estrategia 4X que la de city builder a ras de suelo, pero su apuesta por la gran escala también viene recompensada con una gestión y supervivencia más agresiva, con mayores posibilidades y una legislación que se acerca a la democracia y la negociación. El resultado es que, aunque puede sentirse menos personal, gana en complejidad y posibilidades y engancha igual que el primero.
Comprar Frostpunk 2- Sabe mantener la esencia del original, pero diferenciándose.
- Podemos legislar leyes llevándolas a votar y sometiéndonos a la voz del pueblo.
- Expande sus fronteras con el añadido de puestos de avanzada y otras ciudades.
- Visualmente posee una belleza helada muy conseguida.
- Puede costar algo aprender a jugar y el interfaz no ayuda siempre.
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