Nunca me he sentido alejado de los RPG. Sin embargo, en una relación casi de amor-odio, el tiempo para jugarlos ha sido inversamente proporcional a mi amor por ellos. Eso sí, desde hace años me he propuesto ir quitándome varios de la lista de "pendientes". Tras haber invertido más de 200 horas en Baldur's Gate 3, el siguiente en la lista era Pathfinder: Wrath of the Righteous. Después de disfrutar y exprimir el último juego de Owlcat Games, Rogue Trader, me sentí obligado a lanzarme a la piscina con el universo de Pathfinder, y tras varias decenas de horas lo tengo claro: no solo es el mejor momento para hacerlo, sino que ojalá lo hubiera hecho antes.
Desde el momento en que mi personaje despertó en medio de la devastación de Kenabres, supe que estaba entrando en un terreno desconocido, donde las reglas no estaban a mi favor y cada elección parecía pesar más de lo que estaba preparado para soportar. No obstante, la maestría de los desarrolladores chipriotas para combinar una narración bien estructurada en aquel RPG de Warhammer 40K y un universo tan profundo —conocido como el "competidor de Dungeons & Dragons"—, me abrió las puertas a una obsesión que durará más de 100 horas. Por ello, quiero responder a la pregunta: ¿vale la pena jugar Pathfinder: Wrath of the Righteous ahora mismo? La respuesta corta es sí; la larga, veámosla a continuación.
Un RPG profundo como pocos y divertido como ninguno
La idea de Pathfinder como un universo independiente no nació con Wrath of the Righteous. Desde agosto de 2009, el universo de fantasía creado por Jason Bulmahn se erigió sobre las reglas de la tercera edición de Dungeons & Dragons y rápidamente se expandió como un juego de mesa profundísimo, diseñado para amantes del buen rol. Sin embargo, en los videojuegos, Pathfinder ha sido conocido como "café para los muy cafeteros". Mientras los proyectos de D&D han sabido diluir y acotar la curva de aprendizaje de sus mecánicas, Owlcat Games ha apostado por la complejidad con una fuerza abrumadora.

Lo primero que impacta fácilmente es la profundidad del creador de personajes. Me tomó casi una hora decidir qué clase y arquetipo quería jugar —aunque también puede que me quedase embobado con la alucinante banda sonora de Dmitry V. Silantyev—. El equipo chipriota no presume de un sistema de personalización de avatar profundo o hiperrealista. Como ya se vio en Rogue Trader, su verdadera fortaleza radica en el enorme abanico de posibilidades, cuidadosamente entretejidas como una tela de araña de arquetipos, habilidades, dioses y rasgos que dejan patidifuso.
Elegí ser un paladín, pensando ingenuamente que podría "jugar seguro" con un personaje equilibrado. Cambié de idea y pasé otra hora diseñando un Inquisidor con la idea de "héroe con mala baba y seriedad que debe salvar al mundo". Tras cuarenta horas de juego, no sé si debería haber apostado por otro enfoque, pero como se dice: "a lo hecho, pecho". Sin embargo, Wrath of the Righteous no penaliza estas "malas" decisiones como un hándicap, sino que las presenta como una oportunidad para aprender. El juego te da tantas opciones que no solo puedes avanzar, incluso con una partida imperfecta, sino que la profundidad de su sistema de habilidades —incluido el respec para cambiar apariencia y estadísticas a partir del nivel 5— y el buen equilibrio de los compañeros permiten corregir errores fácilmente mientras juegas.

Es cierto que en Rogue Trader percibí un sistema más accesible en este aspecto, en parte porque el estudio trabajaba con una licencia ajena y Warhammer 40K busca ser más abierto. Aun así, donde los chipriotas destacan es en la narrativa. Con el maestro Chris Avellone al mando —autor de Fallout: New Vegas y Pillars of Eternity, entre otros—, la narrativa fue lo que logró atraerme tras rebanarme los sesos con sus reglas.
Desde la primera misión, el juego te lanza al centro de una guerra épica contra demonios que amenazan con consumir Golarion. Cada personaje, desde los compañeros que te acompañan hasta los NPC más pequeños, tiene su propia historia y motivaciones. Poco a poco me di cuenta de que estaba participando en algo mucho más grande que yo. Owlcat Games logró que las decisiones no fueran solo morales, sino con un peso real, algo que muchos juegos de rol de enfoque menos clásico relegan a la mera "ilusión de decisión": ¿ayudo a los refugiados a evacuar o voy directamente a por un enemigo que está causando estragos? Cada acción tiene consecuencias tangibles que afectan la historia.
¿Su gran pega? El combate es uno de luces y sombras
Algo fácilmente apreciable es que si bien Owlcat no se maneja mal con el combate, es tanto su mayor pega como su mejor voluntad de querer hacer algo muy propio. Sí, suena ambiguo, pero veréis. De base, el combate es una montaña rusa de emociones. Al principio, las reglas basadas en Pathfinder abruman. Hay tantas estadísticas, modificadores y habilidades que sentí que estaba aprendiendo un idioma nuevo. Sin embargo, poco a poco fui entendiendo las mecánicas. Descubrir la sinergia entre habilidades y clases se convirtió en una experiencia casi adictiva.

Aprender a posicionar a mis compañeros correctamente y aprovechar las fortalezas de mi grupo es más importante aquí que en otros RPG donde el entorno juega como un personaje más, mientras que aquí no es sino un mapa más donde emplazar la lucha. Y es que, hay un gran porcentaje de enfrentamientos algo más planos y faltos de profundidad, aunque no desmerece el producto. No hay mucho interés por usar el escenario a tu favor y sí en el toma y daca de golpes. Es un combate más centrado en la profundidad y la suerte, con un importante interés en las tiradas de dados y la aleatoriedad basada en datos porcentuales de tus estadísticas y habilidades, que en la épica y la estética.
Sea como sea, incluso aunque Owlcat tiene aristas por pulir, Pathfinder: Wrath of the Righteous es titánico. De hecho, estos pequeños problemas, atendiendo a los foros, apenas son un reducto de mala praxis de sus autores. Y es que, Wrath of the Righteous se ha actualizado con el conocido como "parche de contenido final", solucionando errores y ampliando, a la par que mejorando, la Senda Mítica del dragón de oro.

Después de más de 40 horas, siento que apenas he rascado la superficie de lo que Pathfinder: Wrath of the Righteous tiene para ofrecer. La escala del juego, tanto en narrativa como en posibilidades mecánicas, incluso aunque su combate satisfaga sin alucinar, es abrumadora en el mejor sentido. Ahora entiendo por qué Pathfinder tiene tantos fans dedicados. Es más que un juego; es una experiencia que te desafía, te recompensa y, al final, te deja con ganas de volver a empezar. O, como en mi caso, de continuar. Es hora de cargar Steam y volver a jugar; el cuerpo me lo pide. Os dejo.
En 3DJuegos | He vuelto al juego de estrategia que me vició 240 horas para comer gente, romper amistades y hacerme rico
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9 comentarios
Akenia
El juego es una maravilla pero no esta pensado para jugadores nuevos del genero, su sistema es complejo y al cual hay que dedicarle horas para entenderlo. De tu a tu con BG3.
Lo digo siempre pero no hay duda que Owlcat es la unica que se acerca a Larian el los CRPG y de verdad espero que tomen un proyecto de alto presupuesto para verlos en todo su potencial.
mangute
Yo lo he recomendado aquí una y otra vez, la campaña es además súper épica. Al que más horas le he metido, aunque obviamente ame baldurs Gate 3 y los Divinity. Es una obra maestra
nichelodeon
192 horas le metí al EA y 877 al juego completo. Es el mejor rpg que se ha hecho y el baremo con el que hay que medir cada rpg que salga detrás de él.
Peeeeeero me sigo quedando, puramente como videojuego, con Divinity original sin 2.
theosylar
Soy más partidario de los CRPG de Owlcat que de los de Larian, que son brutales cuidado. Las 300 horas que le he dedicado al WOTR y las 130 que le he dado al Rogue Trader son de las mejores experiencias gaming que he tenido en mi vida, sólo superadas por mis primeras partidas al Baldur's Gate I y II de Black Isle.