The Legend of Zelda: The Minish Cap nunca ha sido uno de "los grandes" de la saga. Intuyo que más de uno lo percibe como una precuela menor para los también bastante desconocidos Four Swords y Four Swords Adventures de GameCube, que eran cooperativos experimentales para cuatro jugadores; y de hecho venía firmado no por Nintendo, sino por Capcom —de ahí su nombre, qué raro ¿verdad?— pero si me lo permites, te diré que ningunearlo es un error.
Recapitulando un poco, debes saber que Minish Cap se lanzó en GameBoy Advance en el lejano 2004. Vino firmado por Hidemaro Fujibayashi: el mismo tras los bastante más recientes Breath of the Wild y Tears of the Kingdom. Por aquel entonces trabaja en Capcom, como iba diciendo, pero a Nintendo le gustó tanto su trabajo con el título que nos atañe que terminó fichándole y encargándole algunos de sus desarrollos más importantes. Algo habría hecho bien, digo yo.
Además del estudio de desarrollo a cargo, Minish Cap se llama así también porque la gorra de Link hacía las veces de compañero de aventuras; una idea que curiosamente Nintendo recuperó en 2017 con Mario Odyssey. En este caso hablábamos de Ezero, un brujo cascarrabias que había sido transformado en una prenda de vestir verde a raíz de un conflicto del que no podía hablarte sin destriparte la historia más de lo que debería.
Ezero estaba relacionado, a su vez, con la mecánica estrella (gimmick) del juego: encoger a Link hasta el tamaño de un diminuto Minish. Por si no te suena, esa última es una raza aliada más en el universo Zelda, como los Zora o los Goron; pero desafortunadamente no hemos vuelto a verlos en acción. Una pena, si me preguntas, porque puedo afirmarte sin miedo a equivocarme que protagonizaron los entornos más carismáticos de la saga entera. Así de claro te lo digo.
Como una película de Ghibli
Verás, los Minish (o Picori) son criaturas del tamaño de tu dedo meñique que visten hojas y son invisibles para los adultos: solo los pueden ver los niños que se portan bien. Ya solo por eso te encajarán bastante bien con lo que es Zelda, una historia coming of age como pueda ser también Harry Potter, algo que te llega mejor en esos años en los uno empieza a abrazar la madurez; un fenómeno que la gran N ya había visitado figurativa y literalmente en el pasado.
Con esto como telón de fondo y una obsesión enfermiza por el detalle y la perspectiva, Minish Cap regaló a los afortunados que pudimos disfrutarlo en su momento un montón de escenas que bien podrían haber salido de una película de Hayao Miyazaki: el "mini-Link" que se cuela en el taller de un zapatero y se las apaña para moverse entre las herramientas o los pies del personaje, una aventura heroica sobreviviendo a las poderosas gotas de la lluvia, ese tipo de cosas.
El cambio de perspectiva abría un espectro muy grande de posibilidades para hacer el juego no solo más bonito, sino también más fresco e interesante: piensa que un Chu-Chu corriente y moliente es todo un jefe de mazmorra para la versión pequeña de Link, o que puedes vivir toda una aventura dentro del tocón de un árbol, volver a tu tamaño habitual y encontrarte de vuelta en el mismo sitio que estabas al lado de la ciudadela. Una idea muy fresca, en definitiva.
Y no creas que Minish Cap era solo aquella mecánica, ¿eh? Poca broma con su historia, su música, sus mazmorras y las herramientas que recolectas durante el camino. Aquello estaba hasta arriba de cosas interesantes, como un bastón que invertía la inercia de los objetos (p. ej. al pisar un agujero ibas hacia arriba en lugar de hacia abajo) o una capa de vuelo, que en su momento era lo más. Me da lástima que no sea un juego más reconocido, porque fue lo mejorcito de GBA.
Si quieres jugar a The Legend of Zelda: Minish Cap a día de hoy, tu mejor opción es hacerlo a través del catálogo digital del servicio Nintendo Switch Online.
Ver 7 comentarios