Cuando hablamos de las consolas más populares de todos los tiempos, Playstation 2 es el primer nombre que nos viene a la cabeza. No en vano sigue celebrando su récord como la consola más vendida de la historia, con unas 160 millones de unidades desde que se lanzase al mercado.
Pero hay una consola más antigua que puede considerarse hasta más popular por otros factores. Lanzada en el mercado en 1977, la Atari 2600 se convirtió rápido en la máquina favorita de todo el mundo y tuvo un impresionante ciclo de vida de 15 años. Por comparar de nuevo con PS2, la popular consola aguantó hasta 13 y siguió dando coletazos de vida ya con Playstation 3 en el mercado. Pero el caso de Atari es más extremo, haciendo que muchos quisieran saltarse una generación por completo.
Alimentando la nostalgia
La conexión emocional que los jugadores tenían con su 2600 era muy potente. Antes de esta máquina jugar a videojuegos implicaba necesariamente salir de casa y gastar dinero en arcades. Aunque la industria había hecho sus intentonas con Magnavox Odyssey, la consola que primero consiguió emular de verdad la experiencia arcade en casa fue la de Atari.
En lo que es un ciclo más corto de lo habitual en consola, fue cinco años más tarde de la salida de 2600 cuando la compañía lanzó al mercado la Atari 5200. La filosofía era similar a la de las actuales consolas Pro, la 5200 no era un cambio generacional como tal, pero sí era una máquina tecnológicamente más avanzada a su antecesora que ofrecía una experiencia de juego parecida.
El problema: la falta de retrocompatibilidad con el catálogo de 2600. Sin poder jugar a sus viejos cartuchos en la nueva máquina, con un catálogo exclusivo poco atractivo y unos mandos famosos por ser defectuosos, la gente no tuvo mucho incentivo para cambiar de máquina y en 1984, solo dos años después de su salida, dejaron de fabricarse.
Esto pasó incluso una segunda vez, en 1986, tras una exitosa prueba de mercado dos años antes y ya metidos en la tercera generación de consolas, la compañía lanzó su Atari 7800, una consola potente cuya mayor propuesta de valor era, además de sus mejores gráficos y mandos, que esta vez sí podía jugar cartuchos de la 2600.
El problema aquí es que Atari era la compañía de los nostálgicos, mientras nuevas incorporaciones como Nintendo habían llegado para renovar el mercado con juegos más avanzados y propuestas innovadoras, los americanos seguían atascados en experiencias retro y arcades que, pese a verse mejor en la nueva consola, no suponían una mejora muy cualitativa con lo que ya ofrecía la 2600. Se habla de unos 4 millones de consolas vendidas, ventas bastante pobres que siguieron alimentando el éxito de la 2600, que se siguió vendiendo hasta el 1992.
Tras prácticamente levantar ella sola el mercado doméstico del videojuego e incluso sobrevivir a la crisis del videojuego de los ochenta. La clásica consola solo pudo aguantar la popularidad de la compañía hasta cierto punto y la importancia de Atari fue disminuyendo a lo largo de los años. En los noventa e incapaz de adaptarse al mercado, Atari Jaguar fue su última consola.
A pesar de las numerosas máquinas que han salido de la compañía americana, hasta nuestros días cuando alguien menciona Atari la imagen mental que nos viene a la cabeza es la 2600. Y es una nostalgia en la que se sigue capitalizando hasta hoy. Si quisiéramos podríamos seguir alargando la vida de la consola, porque el año pasado se lanzó Atari 2600+, que pese a sus muchas mejoras en calidad de vida, permite seguir jugando a los antiguos cartuchos.
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