Hace varias décadas, parecía impensable que una herramienta tan útil como el teletexto llegase a quedar en desuso. Nacido en 1972 como parte de un experimento de la BBC, millones de personas alrededor del mundo han utilizado sus prestaciones desde entonces. Sin embargo, lo cierto es que el avance de la tecnología y la llegada de internet, smartphones y otros dispositivos ha provocado lo inevitable: el teletexto está dando sus últimos coletazos de vida. Y, como consecuencia directa de ello, es el protagonista de historias de lo más alocadas.
La que contamos hoy, lejos de ser actual, tuvo lugar hace más de cuatro años en Pontevedra, más concretamente en la cárcel de A Lama. Como señaló El Mundo en 2020, varios presos utilizaron el teletexto de los televisores para enviar mensajes al exterior a través de páginas de citas, contactos y anuncios. Y, lejos de ser un caso aislado, se trató de un método de comunicación muy organizado, ya que pactaban horas y utilizaban seudónimos y palabras clave para emular los chatos de los años 2000. Por ello, a mediados de enero la Audiencia Nacional ordenó bloquear el teletexto en los televisores de prisión.
La restricción no fue efectiva
A pesar de los intentos de la Audiencia Nacional, la restricción no fue completamente efectiva por la presencia de televisores comprados fuera de prisión, ya que estos sí tenían acceso al teletexto. Así, la entidad justificó su decisión al aludir que, con ella, los presos no tendrían la posibilidad de eludir los controles legales de comunicación. Sin embargo, se mostró reacia a la posición que adoptaron muchos responsables, dado que estos decidieron restringir los menús y, por ende, provocar que muchos aparatos fueran inutilizables.
A raíz de dicha situación, un informe señaló que el teletexto representa un riesgo como medio no controlado de comunicación al permitir que los presos contacten con el exterior. Además, la manipulación de los televisores afectó al acceso de los presos a funciones básicas de entretenimiento, generando a su vez debate sobre el balance entre seguridad y derechos básicos. Aún así, este caso en concreto ha sido llamativo por el uso creativo de un servicio obsoleto, una acción pensada para sortear las restricciones de la comunicación en prisión.
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