La contaminación ambiental y la reducción de la misma es uno de los aspectos más preocupantes para multitud de gigantes tecnológicos. Tal es su importancia que firmas como Microsoft han mostrado su compromiso con esta labor a través de plataformas como Xbox. De hecho, incluso Tim Cook, actual CEO de Apple tras tomar el relevo de Steve Jobs, no tuvo reparos a la hora de admitir que le gustaría mantener el cargo hasta los 90 años para comprobar si su compañía cumple con sus políticas medioambientales. Pero, por desgracia, en los últimos meses ha surgido un “enemigo” para dichas legislaciones: la inteligencia artificial.
Como ya señalamos en otra ocasión, el aumento del gasto de energía para entrenar a los modelos de lenguaje estaba teniendo consecuencias fatales en el consumo del agua y la electricidad. Por desgracia, la ambición de muchas empresas está provocando el aumento de las emisiones nocivas, ya que firmas como Google (como indica el portal TechSpot en una reciente publicación) han protagonizado firmas de lo más catastróficas. De hecho, según el último informe ambiental de la compañía, han experimentado un aumento del 48% en las emisiones desde 2019, teniendo gran parte de culpa la ya citada inteligencia artificial.
Una huella de carbono de 14.3 millones de toneladas de CO2
Según señala la noticia, las operaciones de Google provocaron solo en 2023 una huella de carbono de 14.3 millones de toneladas de CO2. Esto supone un aumento del 13% respecto a las cifras de 2022 y, por desgracia, se debe principalmente al crecimiento demanda de energía de los centros de datos de las compañías. En la actualidad, Google ha sido un agente importante en este campo, pero su presencia se ha expandido todavía más a raíz del auge de la inteligencia artificial generativa. De hecho, los chips de IA más avanzados del mundo ya son capaces de consumir cantidades sin precedentes de energía.
Para Google, la propia IA tiene el potencial de optimizar la utilización del hardware y, con ello, ofrecer soluciones innovadoras a los desafíos energéticos. Así, la empresa enfatiza que se debe hacer un uso responsable de esta tecnología para evitar el impacto ambiental que estamos provocando. Por el momento, Google sigue comprometido con alcanzar su objetivo de “cero emisiones” en 2030, pero reconoce la incertidumbre que rodea a la situación a tenor del auge que está experimentando la inteligencia artificial.
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