
Parece que nos hemos olvidado, pero Prime Video ya adoptó el universo de Simon Stålenhag y lo hizo bastante mejor que Netflix y Los Hermanos russo
Puedo decir con cierto orgullo que soy uno de los mecenas de Tales from the Loop, la primera gran obra de Simon Stålenhag y el punto de entrada literario a su universo distópico retrofuturista. Como muchos fans, conocía su trabajo de diseño e ilustración a través de plataformas como ArtStation y de sus propias redes sociales, y desde el primer momento me quedé hipnotizado por su atmósfera espectacular y melancólica. Estaba atrapado en un mundo de posguerra durante unos años 90 que nunca llegaron a ocurrir, pero que para muchos de nosotros resultaban increíblemente reales. ¿Por qué? Porque, inevitablemente, las posguerras son tristes. Tristes, tristes guerras, escribió el imprescindible Miguel Hernández, ¿verdad? Pues eso a Netflix se le ha pasado por alto.
Creo que esa pena que empapa el trabajo de Stålenhag es la clave de su éxito. Es una tristeza tangible, existencial, que resuena con los corazones de quienes hemos crecido con la incertidumbre de que, por más avances que hagamos como humanidad, la guerra y la destrucción nos acechan. Sí, soy un poco agorero. Lamentablemente, es una tristeza que ni con todo el dinero del mundo ha logrado captar Netflix en su adaptación de The Electric State (El Estado Eléctrico), una superproducción de ciencia ficción dirigida por los hermanos Russo y que, en mi opinión, pervierte por completo el alma original de la obra.
Comparada con otros productos más acertados y, en muchos aspectos, mucho más complejos como The Creator, la película de Netflix es una aventura infantil y vacía que carece del peso emocional y existencial del libro. Y si nos referimos a la serie Tales from the Loop de Prime Video, esta logra trasladar de manera mucho más acertada el universo de Stålenhag a la pantalla, respetando su esencia melancólica.
La melancolía como eje de The Electric State
The Electric State es la segunda novela ilustrada de Simon Stålenhag, una obra que expande la narrativa y el mundo retrofuturista de sus anteriores trabajos. El libro nos presenta una versión alternativa de los años 90 en una América destrozada por la guerra contra las máquinas, un escenario que recuerda a los desolados paisajes post-apocalípticos que el autor ha venido explorando. La protagonista, Michelle, es una joven que viaja junto a un robot llamado Kid Cosmo a través de una nación fragmentada y devastada, mientras trata de desentrañar los oscuros secretos de un mundo que ha caído en la adicción a la realidad virtual y la desconexión social.
Medios como Los Angeles Times se hicieron eco de la publicación original de la novela gráfica, señalando que en The Electric State Stålenhag crea un mundo distópico en el que confluyen elementos de ciencia ficción y cultura pop. The Electric State se convierte en una reflexión sobre la alienación, la guerra y la pérdida, mientras explora la relación entre los hermanos y la supervivencia en un mundo post-apocalíptico. La obra, que fue financiada por Kickstarter, logró suficiente popularidad como para que los hermanos Russo adquirieran los derechos cinematográficos.
Lo que hace tan fascinante este relato no es solo su ambientación visual, sino la atmósfera profunda que lo recorre. La historia está impregnada de una añoranza de lo que hemos dejado atrás y de lo que hemos olvidado como sociedad. No se trata solo de máquinas, sino de la gente que se ha olvidado de vivir en el mundo real, de lo que arrebata la guerra, y también de la inocencia de la infancia. Stålenhag ha logrado crear un escenario que, al igual que la posguerra, resulta desolador, pero que está poblado por una humanidad que sigue buscando su camino, a pesar de la tragedia.
Esta melancolía no es algo superficial o forzado. Es el alma del relato, una meditación sobre el impacto de la tecnología en nuestras vidas y nuestra desconexión emocional como refugio artificial. Estos temas son los que hacen que The Electric State sea una obra profundamente conmovedora, en contraste con la superficie brillante y exagerada de su reciente adaptación, donde estos tema parecen forzados a aparecer en una comedieta juvenil, el lugar de ser el centro de una narrativa contemplativa, donde el silencio y la reflexión tienen tanto peso como los momentos de acción.
La película de Netflix: Un desperdicio de potencial
La película de The Electric State, a pesar de su impresionante presupuesto y el nombre de los hermanos Russo como directores, parece haber dejado de lado la esencia de la obra original. A primera vista, la película mantiene el mismo contexto y algunos de los elementos clave del libro, como los robots y el escenario distópico, pero lo hace de una manera tan simplificada y carente de profundidad que difícilmente se puede comparar con la rica atmósfera del material de Stålenhag.
Uno de los mayores problemas de la adaptación de Netflix es su tratamiento de los personajes. Christopher, el joven protagonista, es relegado a un papel secundario en favor de personajes más comerciales y orientados a la acción, como Keats (interpretado por Chris Pratt) y su propio robot. La película parece más interesada en ofrecer una historia de aventuras rápida salpicada de cierta moralina que en explorar las emociones subyacentes de la obra original. No hay espacio para la contemplación ni para la tristeza existencial que impregna el libro. En su lugar, la película parece tomar el camino más fácil, ofreciendo bromas y escenas de acción en lugar de los silenciosos momentos de reflexión que tan característicos son de Stålenhag.
El resultado es una película que, aunque visualmente llamativa, carece de cualquier tipo de pegada emocional. Y tampoco podemos decir que ese planteamiento visual sea un hallazgo propio de la película, ya que estaba todo planteado en las ilustraciones de Stålenhag. En lugar de una meditación sobre la desconexión de la sociedad y el impacto de la tecnología, nos encontramos con una moralina predecible sobre los peligros de la sobreexposición a la realidad virtual y los conflictos entre humanos y máquinas.
De hecho, creo que el principal valor de esta película de Netflix es recordarnos que existe la serie Tales from the Loop de Prime Video, una producción mucho más cercana a la esencia de Stålenhag. Tampoco era para echar cohetes, pero tal vez su atmósfera esté algo más lograda, tomando ideas de aquí y de allí de la obra de Stålenhag y tratando de encontrar un mejor equilibrio entre fondo y forma. En lugar de optar por una narración llena de acción o efectos especiales, Tales from the Loop se arrimaba algo más las emociones humanas, explorando las relaciones entre los personajes y los efectos de la tecnología en sus vidas.
Historias del bucle (Tales from the loop) (Novela)
En Tales from the Loop, cada episodio se centra en una historia diferente pero interconectada, explorando este universo retrofuturista a medida que sus protagonistas interactúan con la tecnología y el mundo que los rodea. Al final, lo que estaba en juego con la adaptación de The Electric State no es solo una cuestión de fidelidad a la obra original, sino de comprender qué hace de su universo algo tan cautivador. En ese sentido es una pena, porque The Electric State tenía un potencial enorme pero se queda corta, y pasa a ser un recordatorio de que, en ocasiones, lo más importante no son los efectos especiales ni los grandes nombres en el reparto, sino la autenticidad de la historia que se quiere contar. Y en este caso, la versión de Stålenhag sigue siendo, de lejos, la más poderosa.
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