Krypto es un perrete supermajo. Súper, literalmente. Con capa y todo. Y no es la única mascota que puebla el Universo DC como contrapartida animal de algunos de sus personajes. Batman hasta tiene una vaca. Y Wonder Woman un canguro. CANGURO. GIGANTE. Toda esta locura se debe, curiosamente, a la censura y a una desafortunada declaración en el juicio más importante protagonizado por la industria del cómic en Estados Unidos.
Un origen de lo más serio
Para entender el origen del zoo de superhéroes en DC, hay que retroceder a los mandatos de Harry S. Truman y Dwight D. Eisenhower, una época marcada por la psicosis social ante la supuesta amenaza comunista, el aumento de la delincuencia juvenil y los disturbios raciales.La culpa, claro, de los cómics. En este contexto, un grupo de preocupados padres encontró en esta rentable industria el chivo expiatorio perfecto para todos los males de la sociedad. Y su gurú fue Fredric Wertham, un psicólogo que, con argumentos más o menos clínicos, convenció a la opinión pública de que los cómics corrompían a la juventud.

Su libro La seducción del inocente fue la chispa que encendió la histeria colectiva. En 1954, el Senado de los Estados Unidos organizó una serie de audiencias donde no solo se juzgaban los cómics de terror o adultos, sino cualquier contenido que pusiera en tela de juicio el sistema americano: desde el erotismo hasta las críticas sociales y todo lo que sonara a anti-americano. La caza de brujas alcanzó su punto álgido en la declaración de Bill Gaines, editor de EC Comics y responsable de Tales from the Crypt, al parecer bajo los efectos de una fuerte medicación. Su testificación fue de muy poca ayuda a la causa de la libertad de expresión y de la industria del cómic en particular. La verdad es que Gaines se puso bastante chulo, pero bien por él, visto lo visto. Una vez acabadas estas audiencias, el cómic salió muy mal parado y las críticas en los medios de comunicación fueron feroces, así que algo había que hacer para corregir esta situación.

Para evitar la intervención gubernamental, las principales editoriales decidieron crear un órgano de autocensura: la Comics Code Authority. Un organismo que limitaba la distribución de los cómics que no cumplieran su normativa. Y por "normativa" quiero decir "censura". La manera más fácil de evitar problemas era eliminar cualquier atisbo de contenido adulto. El resultado: una tremenda infantilización de los cómics publicados a partir de mediados de los años 50.

La llegada de la Legión de Supermascotas
Así que, si los niños eran el nuevo público objetivo, había que darles lo que les gustaba. ¿Y qué les gusta a los niños? Los animalitos. ¿Y a los niños que leen cómics de superhéroes? Pues animalitos con superpoderes. La lógica era imbatible. De esta manera, en 1955 nació Krypto, el superperro de Superman, marcando el inicio de una tendencia que llevaría a la creación de toda una fauna superheroica en DC Comics.
Krypto no fue el único. A partir de su éxito, la editorial se lanzó a poblar el Universo DC con mascotas superpoderosas para todos los héroes. Así nacieron Ace, el Bat-Perro, Streaky, el Supergato, Beppo, el Supermono, Comet, el Supercaballo e incluso Jumpa, el canguro gigante de Wonder Woman. Porque si los niños aceptaban que un periodista con gafas era irreconocible como Superman, también aceptarían un caballo con superpoderes. Gracias a la Fuerza que en el mundo real solo vuelan los pájaros, porque todos los animales comen.
El fenómeno fue imparable. La fiebre de las supermascotas llevó a la creación de la Legión de Super-Mascotas, un equipo de héroes animales que luchaban contra el crimen junto a sus contrapartidas humanas. La premisa era absurda, pero bueno, también era estúpidamente divertida en general. Al fin y al cabo, un grupo de adultos muy bien asesorado ya había decidido que los niños eran impresionables y que se lo tragaban todo, ¿no? ¿Por qué no un super chimpancé?

La desaparición de CCA
Las supermascotas de DC siguen en activo, con su propia película estrenada hace muy poco y con Krypto a punto de saltar al cine de acción real en la nueva película de Superman de James Gunn. El Comics Code por otra parte, poco a poco fue perdiendo su influencia, hasta que a finales de los años 70 y principalmente en los años 80 el grupo dejó de contar con la colaboración de pesos pesados de la industria como Marvel y DC hasta que en la pasada década el organismo se declaró insolvente.
Lo que comenzó como un intento desesperado por adaptar los cómics a un público infantil terminó creando una de las tradiciones más curiosas del Universo DC. Puede que hoy nos parezca ridículo que Batman tenga una vaca lechera (en serio, hacen sus propios bat-batidos) o que Wonder Woman monte un canguro del tamaño de un autobús, pero en su momento fue una solución de emergencia a una crisis sin precedentes. Y lo más increíble de todo es que, después de tantas décadas, las supermascotas de DC siguen aquí, capeando el temporal, como auténticos superhéroes. Capeando, de capa, claro.
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