Hasta justo después de terminar de ver Alien: Romulus, mi mayor problema con la película era que está protagonizada por gente guapa. La entrega fundacional de la saga Alien, dirigida por Ridley Scott en 1979, nos mostró un futuro donde la humanidad estaba representada por camioneros espaciales, gente común enfrentada a un terror cósmico que nunca esperaron. Ese contraste entre lo cotidiano y lo terrorífico fue parte esencial del encanto de la saga e hizo de la cinta de ciencia ficción de Ridley Scott que ya es un clásico del cine. De ahí que Fede Fernández, el director de esta séptima entrega de la serie Alien no lo tuviera nada fácil con Alien:Romulus.
Y es que tras una serie de entregas bastante fallidas, Alien parece haber caído en el mismo saco otras sagas que tienen complicado remontar el vuelo, como Predator o Terminador. En cualquier caso, Alien Romulus está hecha con tanto cariño y tanta pasión que es capaz de soportar el peso de sus propios errores, que ni son pocos ni son pequeños. Pero por los pelos.
Una identidad propia lastrada por el fanservice
Alien: Romulus es una película que, si bien aspira a recuperar la gloria de la saga, también busca encontrar su propio espacio dentro de la franquicia, nadando entre las entregas clásicas y la cronología de Prometheus y Covenant. El argumento sigue a un grupo de jóvenes colonos espaciales que, en su intento de sobrevivir en un mundo cada vez más inhóspito, se embarcan en una misión para recuperar recursos de una estación espacial abandonada. Lo que no saben es que en su interior se esconde la criatura más aterradora del universo. El reparto, liderado por Cailee Spaeny en el papel de Rain Carradine, heredera de la legendaria Ripley de Sigourney Weaver, para bien o para mal, y David Jonsson como Andy, ofrece actuaciones tremendamente convincentes.
El universo que Álvarez y su equipo reconstruyen es fascinante y oscuro, y uno no puede evitar sentirse cautivado por los detalles
De su mano el arranque de Alien: Romulus es tremendamente poderoso y establece rápidamente su propia identidad. Hay guiños evidentes a otros clásicos del género, como Blade Runner o 2001: Una odisea del espacio, e incluso una crítica inteligente al modelo socioeconómico actual, abordando temas como la mercantilización de la esperanza o las sombrías perspectivas laborales de toda una generación de jóvenes. El universo que Álvarez y su equipo reconstruyen es fascinante y oscuro, y uno no puede evitar sentirse cautivado por el detalle y la atmósfera opresiva que permea cada instante.
Sin embargo, el primer acto de este nuevo largometraje es engañoso. A medida que la trama avanza, Alien: Romulus comienza a desmoronarse bajo el peso de sus propias referencias. Lo que inicialmente parecía un homenaje respetuoso y bien medido a las dos primeras entregas de la serie, pronto se convierte en un ejercicio de nostalgia mal dirigido y sobreexplotado. Una vez establecidas sus bases narrativas, esto es, prácticamente en el momento en el que aparece el xenomorfo emblema de la saga, ahí la película se desploma en un imprescindible intento de recrear una y otra vez todas y cada una de las escenas por las que son recordadas las seis cintas anteriores. Todas y cada una. La película te agarra por el cuello como uno de los abrazacaras de la película y te mete por el gaznate su fan service, introducido de una manera tan poco elegante, que causa un rechazo tremendo. Más cuanto más fan de la saga Alien seas.
Y no se queda solo en meter con calzador frases emblemáticas de la saga que en la acción de esta película no pegan ni con cola, también recupera ideas y personajes que en mi opinión resultan incluso inmorales. Hay personas que no han pedido volver y que se han visto arrastradas a esta nueva aventura seguramente sin consentimiento.
La película te agarra por el cuello y te mete por el gaznate su fan service
Por si fuera poco, este largometraje carga las tintas además tratando de reconciliar la mitología de las películas originales con las nuevas ideas introducidas a partir de Prometheus, y aunque en un primer momento parecía una buena idea, al final termina germinando en un terrible cierre que si bien puede hacer gracia a aquellos amantes de los videojuegos que disfrutaron del final del DLC de Bloodborne,The Old Hunters, en pantalla resulta grotesco y por momento ridículo y sonrojante.
Otro problema que tiene este estreno es que resulta completamente sobreexplicativa. Ahí donde las primera producciones de Alien dejaban multitud de preguntas sin respuestas que generaban unos misterios fascinantes, que cada espectador llenaba con sus propios teorías y paranoias, aquí la trama ofrece todo bien masticadito y predigerido, no sea que alguien no entienda algo o, lo que es peor, le dé por pensar vete tú a saber qué cosas inesperadas.
Roma no se fundó en un día
Dicho eso no todo es malo, y Alien Romulus hace muchas cosas muy bien, algunas muy difíciles. La película tiene un ritmo tremendo. No hay un instante en el que no esté pasando algo, y todo lo que aparece en pantalla es tan fascinante y tan seductor como lo son Alien y Aliens. La atmósfera que crea esta producción es maravillosa, y algunas secuencias son pura tensión. Hay momentos que creo sinceramente que estarán entre los mejores y más inolvidables de la saga.
Uno tiene la sensación de haber visto ya la película, porque, en realidad, la ha visto ya
Lástima que en el momento en el que Alien Romulus se olvida de su propia identidad uno tiene la sensación de haber visto ya la película, porque, en realidad, la ha visto ya. Y es que Romulus se obsesiona tanto en el homenaje a sus predecesoras que pierde por el camino todo lo bueno que había logrado ganar por méritos propios, que no es poco: a su buen ritmo y su identidad propia, se suman una fascinante a la par que repulsiva apología al horror más vísceral, un bio horror y body horror que harían que Giger estuviera orgulloso, con nuevas e interesantes ideas. Si la escena de la cesárea de Prometheus te resultó desagradable, Romulus lo mismo se te hace un poco cuesta arriba.
Merecen también un aplauso la maravillosa fotografía de Galo Olivares y la inquietante banda sonora de Benjamin Wallfisch, que completan una puesta en escena que merece todo tipo de elogios. Lo técnico, desde luego, no es el problema de Alien: Romulus. Ojalá el mismo equipo de profesionales, con Álvarez de nuevo a la cabeza, tenga la oportunidad de regresar a la serie Alien con una nueva entrega, esta vez sin tener que cargar con el muerto de reconciliar a los espectadores con toda una saga de películas con 45 años de historia.
Si hubiera buscado su propia independencia creativa podría medirse de tú a tú con las otras dos mejores películas de la franquicia
Con todo, la película es una de las mejores de la saga, pero no tanto por méritos propios como porque muchas de las entregas anteriores son, simplemente, bastante peores. Y es una pena, Alien:Romulus se deja lastrar por el peso de poner constantemente en pantalla guiños gratuitos a sus propios referentes. Deja el sabor agridulce saber que si hubiera buscado su propia independencia creativa podría medirse de tú a tú con las otras dos mejores producciones de la franquicia, la primera de Ridley Scott y las de James Cameron.
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