Tenía 4 años cuando Jack Frost llegó a los hogares de todos los niños como una película navideña familiar. Como niña criada en la costa, la figura del muñeco de nieve me fascinaba. Era un símbolo de la festividad con el que tan solo podía soñar y que nunca se materializaría en un suelo próximo a la playa. Por ello, la llegada de esta cinta fue un vergel de ilusión para una mente inocente que tan solo quería ver a un dulce muñeco de nieve cobrar vida. ¡Y vaya sí la cobró! Parafraseando una de mis frases preferidas de Kill Bill, "sabía lo que pasaría, pero no lo que me pasaría a mí". Creo que nadie lo sabía en realidad. Lo que debería haber sido una especie de Un Papa en Apuros o El Grinch se convirtió en un drama nivel Ghost.
Así era Jack Frost
Antes de que la carrera de Michael Keaton se viera truncada y viviera un renacer gracias a Birdman, era un actor que estaba muy de moda gracias a sus actuaciones en Bitelchús o Batman. Sin embargo, no todos sus papeles fueron buenos y uno de los peores fue el de Jack Frost. Apenas dos años antes, Arnold Schwarzenegger se había embarcado en la aventura familiar de "Un papá en apuros", junto a Jack LLoyd, con mucho éxito. Así, en 1998 se buscaba crear una nueva cinta navideña e incluso se pensó en el pequeño Anakin Skywalker para protagonizar esta película también, algo que finalmente no se llevó a cabo.
Pero el problema de Jack Frost no es que se quisiera subir al carro de las películas navideñas, sino un problema de enfoque que, incluso a día de hoy, cuesta comprender. Jack Frost es un drama, un drama navideño si queréis, pero drama. La historia cuenta cómo un padre sufre un accidente de coche que termina con su vida y revive en forma de muñeco de nieve para reunirse con su hijo. Ya de entrada hay un problema: si buscas un público familiar, ningún niño quiere ver morir a un padre. Y sí, es cierto que en obras como El Rey León o Bambi ocurría lo mismo, pero no se hurgaba en la herida después del conflicto. Aquí se usa la figura del muñeco de nieve para profundizar en la relación padre e hijo (el padre un poco negligente, todo sea dicho), presentándote algunos momentos divertidos y cuando te das cuenta, ¡drama otra vez!.
La cinta es emocionalmente fuerte para los más pequeños, más aún cuando su final es trágico, al igual que absurda por momentos. Ningún pequeño que la vea tiene la entereza suficiente de no echarse a llorar tras un espectáculo de tristeza y, como poco, se pasará los siguiente días preocupado de que sus padres no sufran ningún accidente. Solo los más adultos podrían disfrutar de la propuesta desde la madurez que dan los años, pero creo que la idea se deshincha cuando ves a un muñeco de nieve algo terrorífico moverse.
Y, efectivamente, si bien la cinta tuvo cierto recorrido en su versión casera, en las salas de cine se encontró con un fuerte fracaso de taquilla. Apenas recaudó 34 millones de dólares de los 85 que había costado producirla. Y no todo es malo, ya que Michael Keaton sabe cómo ofrecer una interpretación conmovedora y Joseph Cross, el niño, también, pero es un despropósito se mire como se mire. Como curiosidad, en la cinta sale el actor de Robert Baratheon, Mark Addy.
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