Si de pequeño te parecías un poco a mí, uno de tus mejores amigos era Optimus Prime. ¡Cuántas aventuras juntos! Siempre podías contar con Optimus y sus autobots para salvar el día y devolver la paz al universo. ¡Qué felices nos habían los Transformers! De ahí que cuando el bueno de Optimus estiró la pata, quedó fuera de cobertura, felpó, finiquitó y echó flores por su mecánico ombligo, el impacto fuera tan tremendo. La muerte de Optimus Prime en la película de dibujos de los 80 fue traumática para millones de niños. Lo que no sabíamos es que con ella, y con nuestras lágrimas infantiles, se estaba salvando la vida de otro héroe de nuestra infancia, Duke, el líder de los muy articulados y muy militarizados G.I. Joe.
Matando a un icono infantil
Los años 80 fue una era dorada para la cultura pop infantil Los chandal eran muy feos, es verdad, pero en lo que se refiere a los dibujos animados y sus correspondientes líneas de juguetes, era la gloria. Series de dibujos como Masters del Universo, Transformers y G.I. Joe no solo eran programas de televisión, sino que eran fenómenos culturales que definieron una generación. Los personajes de estas series se convirtieron en ídolos y modelos de personalidad para muchos niños, y posiblemente ningún personaje ejemplificaba esto más que Optimus Prime, el líder noble y sacrificado de los Autobots.
En 1986, The Transformers: La Película llegó a los cines americanos (y videoclubs españoles) trayendo consigo un golpe de efecto radical en el universo de los Autobots. En una jugada que pocos esperaban, Optimus Prime fue asesinado a mitad de la película. Si tiene 40 años, no es un spoiler, ¿verdad? Un giro sorprendente que dejó a los jóvenes espectadores atónitos y devastados (y eso que en los cómics de Marvel fue todavía más crudo y gráfico). Este evento no solo marcó el clímax emocional de la película, sino que también tuvo un impacto duradero en los pequeños, muchos de los cuales se enfrentaban por primera vez al concepto de la muerte.
Optimus Prime no era simplemente un personaje más; para muchos niños, era una figura paternal. Su muerte fue percibida como una pérdida personal. La estructura sólida del guion de la película hizo que la muerte de Optimus fuera aún más impactante, ya que los espectadores se habían encariñado profundamente con el personaje a lo largo de la serie. El dolor para muchos era real, y la reacción no se hizo esperar: las quejas de padres y niños llegaron a raudales, marcando un antes y un después en la historia de las franquicias de juguetes y dibujos animados. Claro, tanto niño lloroso, que no podía dormir, y que mojaba la cama resultaba extraordinario incluso para una sociedad como la norteamericana, donde en algunas ciudades la gente se dispara de verdad por las calles.
Por si hay algún lector preocupado, luego en realidad a Optimus no le pasa nada nada (y no sería la última vez que el personaje muriera), que para eso están los retcon de continuidad y los reboots. Pero el hecho en sí tuvo una inesperada consecuencia. En paralelo al estreno de la película de Transformers, en 1987, se estrenaba G.I. Joe: The Movie, una película basada en otra popular licencia juguetera que también estaba destinada a dejar una huella en la infancia de muchos.
El gran héroe americano también puede llorar
Originalmente, los creadores de la película tenían planes de seguir un camino similar al de los Transformers, matando a uno de sus personajes más queridos: Duke, el gran héroe americano (porque ellos que los 80 ya empezaban a dar la alternativa a los cínicos 90). Durante el clímax de la película, Duke sufre una herida mortal mientras intenta salvar a su hermano Falcon. En un principio, la escena fue concebida para mostrar la muerte de Duke, con los otros personajes llorando y rindiéndole homenaje. Sin embargo, el destino de Duke dio un giro inesperado gracias a la reacción del público ante la muerte de Optimus Prime. Nadie quería más niños traumatizados en un país con tanta pisto suelta
Los productores de G.I. Joe: The Movie tomaron nota del alboroto causado por la muerte de Optimus Prime y decidieron que no podían arriesgarse a enfurecer a sus jóvenes fans de la misma manera. En un acto de rápida reconsideración, se añadió un cambio a última hora explicando que Duke no había muerto, sino que había entrado en coma. Sí, un poco cutre. Al final de la película, esa escenita adicional informa a los espectadores que Duke se está recuperando y que va a estar O.K. Todos habíamos visto el agujero en el pecho, pero no pasaba nada. Este cambio apresurado fue una respuesta directa al miedo de perder la conexión emocional con los fans y frenar un más que posible un aluvión de críticas y cartas de protesta. Porque si ves la película sin esa escena, Duke palma, está clarísimo.
Este cambio de última hora no solo salvó a Duke, sino que también demostró el poder que la audiencia infantil tenía sobre las decisiones creativas de las grandes franquicias. No en vano, tanto Transformes como G.I. Joe movían anualmente millones de dólares en juguetes y productos asociados por todo el mundo. El fenómeno de los dibujos animados y los juguetes de los años 80 fue un reflejo de un modelo de negocio agresivo que se enfocaba en los niños como principales consumidores.
Este modelo, perfeccionado durante la administración de Reagan, permitió que las series de televisión y las empresas jugueteras se asociaran para promocionar sus productos mutuamente en un terreno moral algo ambiguo. Desde luego era tentable, sin embargo, esta estrategia también significaba que cualquier decisión creativa impactante tuviera repercusiones directas en las ventas y la popularidad de la franquicia.
La relación entre los creadores y los consumidores se vio forzada a estrecharse, demostrando que, aunque los personajes puedan ser ficticios, las emociones que generan y su impacto social pueden ser muy reales. Al final este tipo de decisiones no solo formaron parte de una estrategia comercial, sino que también dejaron una marca indeleble en una generación de niños adictos al plástico que crecieron con estos héroes.
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