Da igual lo duro que seas, al final, a todos nos llega la hora de morder el polvo. También a los enanos de la Tierra Media creada por J.R.R. Tolkien. Pero, dada la peculiar cultura de este pueblo, sus ritos y filosofía en torno a la muerte difieren de la de otros pueblos de esta mitología, como elfos y humanos. Mientras que los primeros parten hacia los Puertos Grises y los segundos abandonan el mundo para un destino desconocido, los enanos tienen su propio camino en el más allá, marcado por su conexión con la piedra y su devoción al Vala Aulë.
Que la tierra (o la roca) te sea leve
Los enanos son una raza fascinante dentro de la mitología de Tolkien. Forjados en la oscuridad antes de que los elfos despertaran bajo las estrellas, su existencia misma es un acto de desafío. A diferencia de elfos y hombres, que fueron creados directamente por Ilúvatar, los enanos nacieron de la impaciencia de Aulë, el Herrero, uno de los Valar más poderosos. Al no poder esperar la llegada de los Hijos de Ilúvatar, Aulë modeló a los enanos con sus propias manos a partir de la piedra, dotándolos de una gran resistencia y un espíritu indomable. Sin embargo, como no tenía el poder de otorgarles verdadera vida, Ilúvatar intervino y los adoptó en su plan, permitiéndoles existir, pero decretando que dormirían bajo las montañas hasta después del despertar de los elfos.
Esta conexión con la piedra es fundamental para entender la relación de los enanos con la muerte. A diferencia de los elfos, cuya existencia es cíclica y ligada al mundo físico, y de los hombres, que ven la muerte como una liberación hacia un destino desconocido, los enanos creen que su esencia vuelve a la tierra de la que fueron creados. Según sus propias leyendas, cuando mueren, sus espíritus viajan a estancias separadas dentro de las Mansiones de Mandos, el lugar donde también van las almas de los elfos. Allí esperan hasta el fin de los tiempos, momento en el que despertarán nuevamente para ayudar a Aulë en la reconstrucción del mundo tras la Última Batalla.
Esta creencia, aunque mencionada de manera indirecta en los escritos de Tolkien, es central en la cosmovisión enana. No se resignan a desaparecer en la nada, como los hombres, ni a existir eternamente en Arda, como los elfos. En su lugar, esperan una resurrección futura en la que podrán construir y esculpir un nuevo mundo junto a su creador. Este detalle los convierte en una de las razas más resilientes y trabajadoras de la Tierra Media: no solo buscan la gloria y el honor en vida, sino que su legado tiene un propósito eterno.

El tratamiento de los cuerpos de los enanos muertos también refleja su fuerte vínculo con la tierra. En vez de incinerarlos o abandonarlos a los elementos, como hacen otras razas, los enanos entierran a sus difuntos en criptas subterráneas o en lo profundo de las montañas. El ejemplo más notable de esto es la tumba de Balin en Moria, mencionada en La Comunidad del Anillo. Cuando la Compañía del Anillo llega a la tumba, encuentran su sarcófago de piedra, con inscripciones rúnicas que cuentan su historia. Este respeto por los muertos se extiende a sus reyes y grandes héroes, que son sepultados con sus tesoros y armas más preciadas, tal como ocurre con Thorin Escudo de Roble en El Hobbit, enterrado bajo la Montaña Solitaria con la Piedra del Arca sobre su pecho y la espada Orcrist.
Los enanos no solo buscan la gloria y el honor en vida, sino que su legado tiene un propósito eterno
La concepción de los enanos en la obra de J.R.R. Tolkien está profundamente influenciada por la mitología nórdica, donde estos seres, conocidos como dvergar, son representados como habitantes de las montañas y expertos artesanos en la forja de armas y joyas. Esta tradición nórdica también vincula a los enanos con la tierra y la muerte; en las creencias nórdicas, el lugar de descanso de los muertos se encuentra bajo la tierra, en un "inframundo" que refleja una contrapartida espiritual a la tumba física. Tolkien adapta estas ideas al dotar a sus enanos de una conexión intrínseca con la tierra y la piedra, reflejada en su creencia de que, al morir, sus espíritus regresan a la tierra de la que fueron creados, esperando en los salones de Mandos hasta el fin de los tiempos, que recuerda al Valhalla en el que los guerreros nórdicos esperaban la llegada del Ragnarok tras su muerte en batalla.

Diferentes también en la otra vida
Comparados con los elfos y los hombres, los enanos tienen una perspectiva mucho más práctica y material de la muerte. Los elfos ven la muerte como una interrupción temporal de su existencia. Sus espíritus viajan hasta Mandos y pueden, si así lo desean, regresar a un nuevo cuerpo y seguir viviendo en Arda. Para ellos, el tiempo es cíclico, y su inmortalidad les otorga una visión casi distante de la mortalidad. Los humanos, en cambio, ven la muerte como un gran misterio. Aunque se dice que es el "Don de Ilúvatar", pocos en la Tierra Media saben a dónde van las almas de los hombres tras la muerte. Algunos creen que van más allá de los confines del mundo, otros piensan que simplemente desaparecen. Esta incertidumbre les provoca miedo, pero también los impulsa a lograr grandes hazañas durante su vida.
Los enanos, en cambio, se aferran a la certeza de su destino. Saben que algún día morirán, pero confían en que su espíritu no desaparecerá, sino que será reclamado por su creador para una labor futura. Esto refuerza su sentido de identidad y comunidad. Cada enano que muere es recordado con honor, sus logros son preservados en inscripciones y relatos, y su linaje es una fuente de orgullo para sus descendientes.
Desde un punto de vista simbólico, la muerte de los enanos y su creencia en un renacimiento futuro reflejan temas recurrentes en las obras de Tolkien. Su mitología está impregnada de la idea de la restauración y la redención, de la lucha constante contra la oscuridad y la promesa de un mundo renovado. En este sentido, los enanos representan la perseverancia absoluta. Son los constructores del mundo, aquellos que trabajan sin descanso en la sombra, confiando en que su esfuerzo dará frutos en el futuro.

Este concepto también se puede interpretar desde una perspectiva filosófica. Mientras que los elfos representan la belleza eterna y los hombres la fugacidad de la vida, los enanos simbolizan el esfuerzo y la resistencia. No buscan la inmortalidad ni la trascendencia, sino la permanencia a través de su legado palpable. Sus ciudades, sus forjas, sus joyas y sus armas son testimonio de su existencia, y sus descendientes continúan su trabajo generación tras generación.
El Señor de los Anillos. Edición ilustrada por el autor (Biblioteca J. R. R. Tolkien)
Al final, aunque los enanos no tengan Puertos Grises donde embarcarse hacia tierras imperecederas, su visión de la muerte no es menos grandiosa. Su destino está entrelazado con el mundo mismo, con la roca, el metal y el fuego de sus forjas. Y mientras el resto de la Tierra Media se pregunta qué hay más allá del velo de la muerte, los enanos siguen cincelando su historia en la piedra, seguros de que un día, cuando el mundo sea rehecho, ellos estarán allí para reconstruirlo con sus propias manos.
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