Como yo, seguro que habrá más aficionados a la obra de Tolkien y la mitología de la Tierra Media a los que el cierre de esta segunda temporada de Los Anillos de Poder ha enfadado, aunque sea un poquito. Porque aunque puede defender esta adaptación de la obra literaria del Profesor Tolkien como un producto de entretenimiento más que digno, como adaptación de la mitología original me parece más bien floja. Pero el cierre que ofrece esta segunda temporada, con uno de los principales personajes creados por Tolkien como gran protagonista, me ha ofendido un poco, incluso.
Aviso de Spoilers: El texto contiene grandes spoilers sobre el final de la temporada de Los Anillos de Poder. Así que, si no habéis visto los episodios finales, es mejor que leáis esto más tarde.
La verdadera identidad de El Extraño
Aunque la primera temporada de Los Anillos de Poder sentó las bases para una gran revelación sorpresa, los episodios iniciales de la segunda han ido poco a poco desmontando el misterio. Las pistas son bastante evidente: la joven hobbit Nori busca un nombre adecuado para El Extraño y parece haberse inspirado en uno de los apodos que la líder del clan de Los Fuertes (Stoors) le da al Extraño, llamándolo en versión original "Grand-Elf", que se asemeja notablemente a "Gandalf". Desde aquí, suerte a los traductores.
El nombre Gandalf no es el único que el mago ha tenido a lo largo de su existencia; originalmente se le conocía como Olórin en Valinor, pero a lo largo de la historia ha adoptado varios apodos en la Tierra Media, como Mithrandir, el Viejo Barbagris y Cuervo de Tempestad. El apodo "Grand-Elf" que le otorgan los hobbits en esta serie se convertirse fácilmente en "Gandalf", en un infantil juego de palabras. El equivalente en la Tierra Media al "monja, monjamon, jamón". La búsqueda del mago por su bastón, que es un elemento crucial de su identidad, también resuena con el significado original de su nombre. Aunque esta interpretación de la historia se aparta de la obra de Tolkien, la idea de que los hobbits le dieron su nombre a Gandalf es una adición poética que refuerza su conexión con estos pequeños pobladores de la Tierra Media, pero está tan mal desarrollada que duele.
Es un juego de palabras equivalente en la Tierra Media al "monja, monjamon, jamón"
El gran momento de revelación de la identidad de El Extraño, que resulta ser Gandalf (sorpresa), me ha parecido un juego de palabras poco inspirado en relación a su estatura relativa respecto a los hobbits. En inglés, el juego de palabras es de lo más evidente: "Grand-Elf" se convierte en "Gandalf". No tengo problema en que existan productos de entretenimiento dirigidos a una audiencia más joven, pero no me gusta que intenten engañarme y luego me pongan excusas pobres. La narrativa ha sido construida de tal manera que, si bien en la primera temporada aún quedaba espacio para el debate, esta segunda ha dejado poco lugar a la ambigüedad. Las interacciones con personajes como Tom Bombadil y la estética del propio El Extraño ya eran pistas demasiado evidentes. El origen del nombre en sí, es, directamente, sonrojante.
El Extraño y Tom Bombadil
El momento en que El Extraño "descubre" su nombre me hizo llevarme las manos a la cabeza. No solo lo consideré ridículo, sino que también me pareció que le faltaba el respeto al Profesor Tolkien y la grandeza y la épica que se merecen sus textos originales. En comparación, recuerdo la revelación del origen del hombre de Hodor en Juego de Tronos. En su momento fue polémico, pero también era un momento que, aunque trágico, estaba lleno de significado y conexión con el personaje. Y encajaba dentro de la narrativa de la serie. La forma en que esta serie ha manejado la revelación de Gandalf me parece torpe y superficial, casi una apaño de última hora que erosiona tremendamente la importancia y la riqueza del personaje original.
El origen de Gandalf según Tolkien
Para comprender mejor mi enfado que siento, es importante explorar el verdadero origen de Gandalf, tal y como lo concibió Tolkien. Gandalf, cuyo nombre original es Olórin, es uno de los Maiar, seres espirituales que sirven a los Valar en la creación y gobernanza del mundo. Nació en la lejana tierra de Aman y es conocido por su sabiduría y su profundo amor por los pueblos de la Tierra Media. A diferencia de otros Istari, como Saruman, Gandalf se presenta como un viajero y un guía, ayudando a los pueblos libres en la lucha contra Sauron.
El nombre "Gandalf" que Tolkien eligió para su famoso personaje proviene de la antigua poesía escandinava, específicamente de la Völuspá, uno de los poemas más conocidos de la Edda Poética. Se traduce aproximadamente como "elfo del bastón" o "el que lleva la vara". Esta denominación refleja su papel como un ser poderoso, en referencia a una gran cantidad de personajes mitológicos y religiosos, como Moisés, y a la imagen perpetuada de la vara como el bastón de mando o bastón de Esculapio. El apodo "el Gris" o "Peregrino Gris" se refiere a su vestimenta y, más importante aún, a su naturaleza humilde, y tiene vinculaciones con las enseñanzas de diferentes tradiciones herméticas.
En la obra de Tolkien, Gandalf no solo es un combatiente de Sauron, sino un símbolo de esperanza y sabiduría. Su viaje es uno de transformación y sacrificio, donde cada decisión que toma tiene repercusiones profundas en el destino de la Tierra Media. La forma en que la serie ha tratado su origen y revelación de Gandalf casi parece un chiste a costa del personaje. El Extraño, al ser presentado como una figura confusa y casi caricaturesca, y junto a la memoria de su verdadero origen, también pierde toda la profundidad que Tolkien le otorgó.
La falta de elegancia en la adaptación
Es cierto que adaptar una obra literaria a un formato audiovisual conlleva desafíos, y muchas veces hay que realizar concesiones y renuncias debido al cambio de contexto narrativo. No es fácil para los creadores encontrar un equilibrio entre ser fiel a la obra original y hacer que la historia resuene con una audiencia contemporánea. Sin embargo, en este caso, la serie parece haber tomado decisiones muy cuestionables a nivel creativo, que ni aportan nada de especial interés a la serie ni respetan el material que supuestamente adaptan. La manera en la que se retratan ciertas tramas o se representan determinados personajes, que en la obra de Tolkien tienen una gran importancia simbólica y narrativa, se han manejado de manera superficial, tal vez tratando de crear ciertas tensiones argumentales o golpes de efectos en la estrucutra episódica de la serie. Eso cuando no se vapulea directamente la cronología de Tolkien.
La falta de elegancia en la adaptación también se nota en la forma en que los personajes interactúan entre sí. La dinámica entre El Extraño y los hobbits, por ejemplo, debería haber sido una oportunidad para explorar la relación especial de Gandalf con los pueblos de la Tierra Media y su papel como mentor y protector. Sin embargo, lo que vemos es una interacción que parece anecdótica y, a menudo, forzada, ridícula y ñoña.
La presencia de Gandalf simplemente parece querer trasladar al personaje del punto "A" al "B" del mapa tratando de mantener un supuesto misterio que creo que ha sorprendido a muy pocos seguidores de la serie. Una manera muy simple de presentar al personaje y mantenerlo en la acción hasta que realmente sea necesaria su participación en futuros grandes eventos. Esta falta de profundidad en las relaciones interpersonales y de caracterización de los personajes contribuye a que la revelación de Gandalf no tenga el impacto emocional que debería tener.
El momento en el que El Extraño decide cuál será su nombre resulta una pirueta extraña y poco elegante. Un infantil juego de palabras que a más de uno recordará a Juego de Tronos, donde la revelación de la identidad de Hodor se convirtió en un momento icónico de la serie, pero que también generó un buen número de memes y reacciones de todo tipo en redes sociales. Aunque el origen del nombre de Hodor está directamente vinculado al desenlace trágico de, la forma en que se presentó su historia desde el principio de la serie fue cuidadosa y encajaba dentro del argumento general de la serie. Tenía un motivo.
Por otro lado, Los Anillos de Poder parece estar más preocupado por las sorpresas y los giros narrativos que por la construcción de una narrativa sólida y coherente. De ahí que como un mal mago, saque esta sorpresa como un conejo asfixiado de la chistera donde ha estado esperando durante dos temporadas, para presentarnos a Gandalf como El Extraño. Como si esta temporada, o los tráileres y avances promocionales, no lo hubieran delatado ya. Sale de la nada y aporta nada, porque la serie ha pretendido jugar al despiste con la identidad de El Extraño, pero al hacerlo, ha descuidado la construcción de su personalidad y su evolución a lo largo de la temporada. Imagino que en futuras entregas de la serie el personaje crecerá y adquirírá cierta entidad, pero la balbuceante manera en el que el personaje es finalmente bautizado ya no puede arreglarse.
Una falta de respeto a Tolkien y a sus fans
Vale, soy el primero que reconoce que estamos hablando de fantasía, de mundos irreales y de escapismo. Que estas cosas no hay que tomárselas tan a pecho. Pero como productor que enarbola como estandarte ser laa adaptación de parte de una de las obras literarias más importantes del Siglo XX, lo suyo es hacerlo con un mínimo de cuidado y cariño.
Me enfada la sensación de que la serie se ha acercado a la obra de Tolkien con cierta actitud de que "todo vale"
Incluso reconociendo que Tolkien no pone las cosas fáciles en este sentido, ya que en muchos puntos es impreciso sobre su propia mitología; aceptando también que en ocasiones es contradictorio, y que en el caso concreto de Gandalf pone por escrito diferentes orígenes; con todo, existe cierto consenso, y sobre todo, cierta elegancia a la hora de plasmar personajes e ideas. Lo que me enfada es la sensación de que la serie se ha acercado a la obra de Tolkien con cierta actitud de que "todo vale" en su esfuerzo de hacer su aproximación pop a esta mitología. Un acercamiento diseñado para el gran público cuyo mayor conocimiento de la obra de Tolkien puede venir de las películas de Peter Jackson, a las que con tanta desesperación Los Anillos de Poder trata de parecerse.
Adaptar una obra literaria icónica como la de Tolkien no es una tarea sencilla, y no estoy pidiendo que Los Anillos de Poder trate de explicar en detalle el origen de los Magos Azules y complicarle la vida a los espectadores con la canción de los Ainur ni nada así. Pero sí que en su esperable reduccionismo no sea una historia tan tramposa y torpe. Una adaptación de Tolkien requiere una comprensión previa de sus temas, personajes y el mundo que creó. Y tanto cariño como respeto. No todo vale solo porque pueda quedar bien un instante en pantalla.
Estuche Tolkien 2 (Silmarillion, Cuentos Inconclusos, Hª Tierra Media 1 y 2) (Biblioteca J. R. R. Tolkien)
Los Anillos de Poder parece haber priorizado el entretenimiento inmediato por encima de la fidelidad a la esencia de la obra original. Ojalá esta serie fuera un producto completamente original, que no se basara en la historia de la Tierra Media. Pero, claro, ¿cómo dejar escapar una licencia tan famosa y rentable, verdad? Lástima que el precio lo hayamos pagado los lectores de Tolkien, los fans que hemos seguido esta segunda temporada, y el pobre Gandalf, que no ha hecho nada para merecer semejante trato.
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