Es frecuente que el nombre de Tim Burton eclipse todas las películas en las que participa, aunque no lo haga en el rol de director. El caso más notable es Pesadilla Antes de Navidad, dirigida por Henry Shelick, pero anunciada como "Pesadilla Antes de Navidad de Tim Burton". Lo mismo ocurre con Número 9, una obra en la que el cineasta formó parte de la producción, pero que debido a su estética se asocia con este de forma automática. Y es cierto, su apariencia se la debe al creador, formando parte de su lista de obras reseñables, aunque en este caso no de las más exitosas.
Una película incomprendida
Pese a ser un laureado director, no todas las obras en las que participa Tim Burton son sinónimo de éxito. Ese fue el caso de Sombras Tenebrosas, Sweeney Todd y también Número 9. Incluso Pesadilla Antes de Navidad fue malinterpretada antes de convertirse en una obra de culto. La particular visión de Burton en sus historias no siempre son aceptadas por el gran público y, aunque después se transformen en obras icónicas, hay algunas que nunca remontan.
Parece curioso que Número 9 cayera en el olvido a causa de la propuesta tan dura que presentaba, cuando tenemos una cinta en la que una novia es asesinada y vive como cadáver en el mundo de los muertos, otra en la que un joven es marginado por tener cuchillas como manos o, finalmente, otra en la que un jinete sin cabeza se dedica a masacrar una aldea entera, como es en el caso de Sleepy Hollow. Sin embargo, hay algo que diferencia a Número 9 del resto de obras y esa es su conexión con el mundo que habitamos.
No es que el resto de obras vivan en un limbo espacial y que no exploren temas intrínsecos al ser humano, pero Número 9 se atreve a explorar las consecuencias de la mala praxis humana al sacar su cara más oscura. Así, esta cinta presenta un mundo en el que el avance tecnológico se convierte en anhelo de gobernantes para adquirir poder, algo nada inverosímil. Tras una guerra sin precedentes, el Canciller confía en un científico loco para que cree una máquina que pueda sacar al país de la pobreza. Esta es en realidad un cerebro artificial que inserta en distintos juguetes rotos. Y un día, los juguetes despiertan, en concreto el número 9.
Pero este despertar no se da como debería haber ocurrido y para cuando 9 abre los ojos la humanidad ya se ha extinguido dejando un mundo desolado por la destrucción. La soledad abarca la inmensidad y tan solo la existencia de otros juguetes con números es capaz de llenar el vacío que deja la inexistencia de vida.
Así, Número 9 es una cinta especialmente melancólica en la que las consecuencias de la violencia humana se exploran a través del entorno y la sensación de soledad. La inocencia de 9 y su forma de sobrevivir entre los escombros de la civilización son otros de los elementos que consiguen transmitir la desdicha en su estado máximo, así como el hecho de ver que la creación del ser humano no deja de ser un extensión suya, que repite sus mismos patrones. Además, la poca representación del ser humano que hay se hace desde una perspectiva dictatorial y bélica, de la que el espectador tan solo se puede lamentar. De esta manera, por mucho que se intentara desarrollar una historia llena de inocencia, esta no fue suficiente para que los niños quedaran fascinados, mientras que, por otra parte, los adultos encontraban un subtexto demasiado serio para una obra de estas características. Y no es que la cinta dirigida por Shane Acker sea precisamente un despropósito; es más bien una joya oculta que tan solo con la perspectiva del tiempo se puede apreciar.
Lamentablemente, de momento no se encuentra disponible en ninguna plataforma de streaming y ya sabéis que hoy en día es la forma principal de consumir películas. Su ausencia, de no ser enmendada, podría llevar a que poco a poco caiga en el pozo del olvido y seria una auténtica lástima.
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