Hay una explicación por la que La Sustancia está en los Oscar: ha vendido mejor lo que el cine de Serie B ya nos decía hace 30 años

Hay una explicación por la que La Sustancia está en los Oscar: ha vendido mejor lo que el cine de Serie B ya nos decía hace 30 años

Tú sí, y yo no, ¿por qué La Sustancia resulta más atractiva que otras grandes películas que nos invitan a reflexionar sobre nuestros cuerpos desde el horror?

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Chema Mansilla

Editor - Cine y TV

Si miramos el cine del body horror, no podemos evitar recordar aquellas obras que pusieron en jaque la percepción del cuerpo humano, llevándolo a límites insospechados. ¿Quién no piensa todos los días en los cenobitas? ¿Cómo olvidarse de Razas de Noche? Películas como Re-Animator (1985) o Society (1989) marcaron una época, explorando la transformación y mutilación del cuerpo a través de maquillaje, prótesis, pringue y narrativas cargadas de crítica social. Al final es una exploración muy sana de nuestros complejos, individuales y como sociedad, porque todos nos sentimos un poco feos, ¿no? "El otro", como concepto, nos acompleja. Y el cine nos libera un poco. Sin embargo, hay una cinta que pese a su aproximación a estos temas ha logrado salir del gueto de la serie B : La Sustancia.

Con posibilidades reales de consolidarse en la próxima edición de los Oscar, ¿qué hace a La Sustancia tan especial y por qué logra conectar con el público de una forma que otras propuestas parecidas no logran? Es un poco metatextual, ¿verdad? Tú sí, y yo no, ¿por qué La Sustancia resulta más atractiva que las demás?

La obsesión por el cuerpo: de Malibú a las redes sociales

En los años 90, el culto al cuerpo estaba estrechamente vinculado a la imagen de la costa californiana. Malibú y series como Los Vigilantes de la Playa eran sinónimo de éxito, belleza y prosperidad. La cultura del "pelotazo", y estoy pensando en la estupenda American Psycho, dictaba que un cuerpo perfecto era la clave para alcanzar el estatus social y económico deseado, y esa idea se vinculaba a una violencia inherente muy característica del finales del Siglo XX y que no nos hemos logrado sacudir. Hoy en día esa obsesión se ha transformado. Y de eso va todo esto, ¿no? Las redes sociales han potenciado una cultura de la comparación constante, en la que cada selfie, cada publicación, se convierte en una batalla silenciosa contra estándares de belleza inalcanzables. La frustración y la ansiedad derivadas de esta autovigilancia perpetua son, precisamente, algunos de los ejes temáticos que La Sustancia logra plasmar con maestría.

En La Sustancia, protagonizada por Demi Moore y Margaret Qualley, vemos a Elisabeth Sparkle, una actriz consagrada que se enfrenta al inexorable paso del tiempo en una industria que premia la juventud y la belleza. Elisabeth, obsesionada con mantener su imagen, opta por un tratamiento experimental que le permite intercambiar su cuerpo envejecido por uno juvenil durante siete días. Esta premisa, lejos de ser una simple fantasía de rejuvenecimiento, es una metáfora potente de los complejos, el edadismo y la desesperación impuestas por un sistema que acompleja a los individuos. Pero vamos a la chicha, literalmente.

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Una aproximación estética que atrapa y desconcierta

Creo que arte del éxito reciente de La Sustancia radica en su aproximación estética. A primera vista, la película deslumbra con una imagen colorida, al puro estilo "Barbie", que recuerda a esos anuncios publicitarios perfectos que parecen sacados de un catálogo de ensueño. Pero esa imagen vibrante es, en realidad, una trampa. Una vez que el espectador queda cautivado por ese hechizo cromático, ya no puedes esquivar la bala que supone el giro final brutal y grotesco, curiosamente, más cercano a la serie B clásica de Re-Animator de lo que uno podría esperar.

Entiendo que tienen que ser los colorines, esa paleta cromática sobresaturada con brillante acabado de plasticuchi. Lo digo porque la magnífica Under The Skin deslumbra con su realización técnica y cuenta con la fama de Scarlett Johansson como protagonista. Pero su pantone frío y agrisado no logró llamar al público. Otro ejemplo reciente es la francesa Titane, que impacta con su narrativa transgresora y una identidad visual tremenda, pero que tampoco ha logrado trascender el nicho del cine de autor de manera tan contundente como La Sustancia.

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Una sustancia de serie B

La comparación es todavía más dolosa si analizamos el legado histórico del body horror: Re-Animator se convirtió en un referente gracias a su innovadora mezcla de terror y humor negro, y Society ofreció una visión de la élite social desfigurada, en la que la metamorfosis del cuerpo era la metáfora perfecta para criticar las jerarquías sociales. Sin embargo, ambas cintas han quedado, de nuevo, atrapadas en el ámbito de la serie B, como si su originalidad y su mensaje se hubieran quedado en un segundo plano frente a la necesidad de impactar a un público más masivo. Es cierto que eran películas muy modestas con un presupuesto muy ajustado, pero eso nunca ha sido excusa para trascender y encontrar a un público masivo, ahí está Robert Rodríguez.

Re-Animator, dirigida por Stuart Gordon, es una de las películas más influyentes en el género de terror y body horror. Inspirada libremente en la obra de H.P. Lovecraft, la película narra la historia de Herbert West, un científico obsesionado con la reanimación de cadáveres. Su enfoque mezcla de horror y comedia negra establecieron un nuevo estándar para el género del que luego bebería Sam Raimi, combinando efectos especiales, casquería y una narrativa que desafiaba las convenciones del cine de terror de la época. Por otro lado, Society, dirigida por Brian Yuzna, ofrece una crítica social envuelta en una grotesca narrativa de cuerpos pegajosos y extremidades que salen por donde no deberían salir.

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Re-Animator, la más famosa de estas dos películas, y a pesar de su estatus de culto en la actualidad, no tuvo un éxito comercial significativo en su estreno. Su enfoque explícito en el gore y el humor negro ciértamente facilón, combinado con una trama que se alejaba del cine de terror tradicional de moda en el momento, con La Profecía y El Exorcista marcando el nivel, limitó su atractivo para una audiencia más amplia en ese momento. Si bien algunos críticos elogiaron su originalidad, en general la consideraron excesiva y de mal gusto. En cualquier caso, Re-Animator no se escondía: era una película de género B y no lo ocultaba, y ese detalle es importantísimo.

En este contexto, La Sustancia es un curioso y extraño puente entre la crudeza del cine de serie B y una nueva sensibilidad que aprovecha la estética visual para contar una historia que resuena en la actualidad. Su mezcla de horror, sátira y crítica social no solo la hace relevante en términos de contenido, sino que también explica por qué, ahora, en pleno auge de las redes sociales y la cultura de la comparación, esta película encuentra eco en una audiencia hambrienta de contenidos que cuestionen los estándares impuestos por la industria, y además, la vende mejor.

La Sustancia Body Horror Re Animator 6 La Sustancia

La trampa de la perfección

La narrativa de La Sustancia es, en esencia, una advertencia contra la obsesión por la perfección física. Es imposible pensar en el tema y no acordarse de otras obras clásicas que han tocado temáticas similares. Películas como Swallow y Brazil ya mostraban, de forma sutil o explícita, la preocupación por la transformación del cuerpo y la crítica a una sociedad obsesionada con el éxito. La Mosca y La Cosa se adentraron en el territorio de la metamorfosis corporal de manera brutal, mientras que Hellraiser exploró el horror a través de lo sobrenatural y el cuero negro.

Si La Sustancia no ha caído en ese saco del subgénero más pegajoso del terror es simplemente porque no lo ha hecho evidente

En el cine español, La Mujer Más Fea del Mundo de Miguel Bardem también ha abordado la problemática del cuerpo y la identidad, sin lograr, sin embargo, el reconocimiento mediático y social que hoy parece estar alcanzando La Sustancia. También es que es una peli un poco regulinchi, pero hay que destacar el esfuerzo puesto en tratar de colar su propuesta en las carteleras de cine. Incluso la estupenda y ninguneada Dolor y Dinero de un sorprendente mordaz Michael Bay ha quedado en el olvido, relegada a un segundo plano.

Creo que si La Sustancia no ha caído en ese saco del subgénero más pegajoso del terror es simplemente porque no lo ha hecho evidente, ha sabido ocultar sus deformidades hasta que ya ha sido un éxito. Me parece muy interesante porque es una idea muy propia del género, como si la propia película fuera protagonista de una historia de éxito que oculta, en su interior, algo profundamente deforme y desagradable. Me parece mejor incluso que la película en sí.

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El renacer de la serie B (que no lo parece)

El éxito de La Sustancia delata que el mensaje y el fondo es completamente válido, simplemente hay que venderlo mejor. Envolverlo en un papel celofán brillante y con un hermoso lazo de color. Su directora, Coralie Fargeat, ha sido tremendamente inteligente: no ha renunciado a su identidad, simplemente, no te ha enseñado desde el principio qué iba de verdad la película. Mientras otras películas del género han quedado ancladas en una estética experimental o puramente subversiva, La Sustancia ha sabido conectar con una audiencia más amplia gracias a su crítica mordaz del culto a la juventud y la obsesión por la perfección, siguiendo el libro de normas estéticamente comerciales de Hollywood.

En un mundo dominado por la imagen y la cultura de la comparación, la historia de Elisabeth Sparkle ha sabido ser la más guapa. O al menos, aparentarlo. Al final, toda apariencia es engañosa. Te animo a descubrir (o redescubrir) La Sustancia y Re-Animator en Filmin.

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